04/02/2022

El poder conquistador (Rex Ingram, 1921)

Basada en la gran novela Eugenia Grandet de Balzac, El poder conquistador (The conquering power; mejor conocida por el equivocado título de La conquista del poder) es la única adaptación cinematográfica que he visto de una obra del escritor francés. Lamentablemente la película no hace la menor justicia a mi novela favorita de Balzac, limitándose a esbozar la historia de manera superficial y desplazando la atención de Eugenia a su avaro padre. Las actuaciones regulares y el inevitable final feliz sólo terminan de sepultar una historia que como adaptación literaria desperdicia el gran potencial de una verdadera obra maestra de la literaria francesa. 
Pese a lo anterior El poder conquistador no carece de interés si se desconoce la novela. La cinematografía es hermosa, la historia se desarrolla con rapidez y los protagonistas son simpáticos y atractivos. 
 

Resumen: ALERTA DE SPOILER
La acción es trasladada de 1819 a 1921, año de producción del filme. Un cartel explica la razón del cambio argumentando que según las encuestas la gente no desea ver películas de época. Se trata de una justificación cuestionable, dado que la historia principal se desarrolla en un pequeño pueblo francés anclado en el pasado.
Tras un largo viaje de negocios Victor Grandet (Eric Mayne) regresa a su elegante casa parisina para descubrir a su hijo Charles (Rudolph Valentino) disfrutando de una fiesta de cumpleaños que incluye barquitos de juguete, borrachos y chicas con extravagantes tocados. Charles, como buen señorito francés, gasta su vida en la molicie y el placer dejando muy clara la verdad del viejo adagio: "La ociosidad es la madre del vicio". Sin embargo la alegría de Charles al saludar a su padre y la vergüenza que le provoca su propio comportamiento, son reales. Entendemos que este joven vicioso no es malo, sólo necesita la guía de una mano más firme que la de su permisivo padre. Pero las cosas están por cambiar. El señor Grandet tiene un hermano en Noyant al que no ha visto en 25 años y desea que su hijo le haga una visita.


Al día siguiente en Noyant, Père Grandet (un muy eficiente Ralph Lewis), su insignificante esposa Mere (Carrie Daumery) y su ridícula sirvienta Nanon (Mary Hearn), preparan la celebración del cumpleaños de la hija, Eugenia (Alice Terry).
De inmediato hay una muestra clara de la avaricia de Grandet. El hombre es asquerosamente rico. Posee oro, viñedos y un castillo, y sin embargo vive en una casa vieja y desnuda, viste ropas gastadas y hasta mide la harina con que se preparará la comida de cumpleaños de su hija. El único acto generoso de su vida es regalar una moneda de oro a Eugenia en cada cumpleaños, si bien lo hace como una inversión a futuro.
Poco después se presentan en la casa varios personajes que luchan por la mano de la futura heredera. Charles llega en medio de esta aburrida y casi fúnebre reunión. Su juventud, elegancia y desenvoltura despiertan sospechas en todos, incluido Grandet. A su vez Charles no puede ocultar su asombro ante la vulgaridad y aparente pobreza de su rico tío. Más tarde, mientras las mujeres le preparan la habitación, Charles comienza a comprender la clase de hombre que es Grandet cuando éste las recrimina por encender la chimenea y calentar la cama.


A la mañana siguiente Charles se entera  de que su padre se ha suicidado al verse incapaz de pagar sus muchas deudas. El dolor del joven despierta la compasión de Eugenia, primer paso hacia el amor. Por desgracia el director es incapaz de mostrar el desarrollo de este sentimiento. Hay pocos primeros planos de Eugenia pensando amorosamente en su primo, aunque esto también puede achacarse a las limitaciones actorales de Alice Terry. Si en plano general su actuación es pasable, en primer plano es ridícula. Alice expresa sus emociones más profundas alzando la cabeza, cerrando los ojos y tragando saliva con la expresión de alguien aquejado de cervicalgia. Son todos sus recursos de actuación y los usa una y otra vez.


Una noche algunos días después, Eugenia es despertada por el ruido que ocasiona Grandet al trasladar unas bolsas con monedas de oro. Hay tanto dinero en esas bolsas que Grandet hubiera podido ayudar a su hermano sin que con ello su fortuna disminuyera ni siquiera un poco, pero es demasiado avaro como para ser buen hermano. 
Eugenia descubre que su primo se quedó dormido escribiendo una carta de despedida para su amante, Annette. Este es el momento hermoso de la película. Eugenia demuestra su amor por Charles intentando abrigarlo con la manta sobre la que descansa, acto tan inútil como cariñoso. 
Rudolph Valentino jamás ha tenido mi atención femenina. No sólo era un actor mediocre, también un galán incomprensible. Durante mucho tiempo fui incapaz de entender que veían las mujeres en él. Y sin embargo en esta escena luce guapo. Tal vez porque muestra el cuello. Se ve lindo con el cuello descubierto.


Eugenia decide ayudar a Charles en su deseo de hacer fortuna en Martinica y para ello le da sus monedas de oro. La belleza del gesto conmueve el corazón herido de Charles. Ambos jóvenes se enamoran y durante algunos días viven un amor mágico e inocente. 


Ya en Martinica Charles logra rápidamente su cometido. La película nunca explica la índole de sus negocios, asunto incómodo porque lleva a sospechar lo peor: Tráfico de esclavos. En la novela lo hace.
Pasa un año sin noticias de Charles y entonces Grandet estalla en ira al descubrir que Eugenia le dio su oro. A partir de aquí la película se aparta definitivamente de la novela conservando sólo algunos pocos elementos. Mare Grandet muere de la impresión durante la pelea de Grandet y Eugenia, y ésta es confinada a su habitación. Pronto todo el pueblo sabe de la cruel reclusión y clama contra el malvado avaro, pero es el notario quien lo hace razonar apelando a sus intereses: Eugenia no es realmente su hija sino del primer marido de la señora Grandet y por tanto podría reclamar la mitad de los bienes dejados por su madre. Obsesionado con su riqueza, Grandet comprende que si desea conservarla intacta debe hacer las paces con la joven. Pero entonces, casi por accidente, Eugenia descubre las cartas de Charles que su padre nunca le entregó. Grandet queda encerrado con su oro y su locura, siendo presa de horribles alucinaciones. Al final es aplastado por su caja fuerte, cumpliéndose así el vaticinio de un deudor del que no tuvo piedad de que sería aplastado por su oro.


Eugenia se convierte en una mujer muy rica y es asediada por los buitres de siempre. Pasan algunos años y entonces, cuando engañada se dispone a contraer matrimonio con el más repelente de sus pretendientes, Charles regresa. Engañado también, pensaba que su prima se había casado. La pareja se explica y reconcilia, para consternación del proyectado marido y sus secuaces.


El poder conquistador intenta ser una exposición de la maldad e irracionalidad de la avaricia. Grandet vive como un mendigo y sacrifica a su familia por una riqueza que no le sirve para nada. Es lamentable que este excelente personaje no esté mejor desarrollado, aunque tampoco puede pedirse mucho a un filme espectáculo. Al menos la secuencia de las alucinaciones está más que lograda, transmitiendo muy bien la locura y avaricia de Grandet con imágenes que probablemente tuvieron influencia en Stroheim para la creación de su obra maestra La Avaricia.
La película no contentará a los lectores de Eugenie Grandet pero gustará a quien desee ver una bonita historia de amor. Eugenia y Charles son una linda y simpática pareja cuyo amor supera la distancia, el tiempo y la ambición. Las admiradoras de Valentino podrían amar verlo en un personaje tan tierno, aunque él no tiene mucho tiempo en pantalla ni es filmado con acierto. Al parecer esto no es casual. 


Anexo: Ingram, Mathis y Valentino
Valentino fue descubierto por la guionista June Mathis, amiga y colaboradora de Rex Ingram, y la primera mujer ejecutiva de cine en la historia de Hollywood. Mathis eligió a Valentino como protagonista de la anterior película de Ingram, Los cuatro jinetes del apocalipsis, trabajo que significó el salto a la fama para el actor, e insistió en tenerlo en El poder conquistador. Esto no fue del agrado de Ingram, quien sentía que Valentino eclipsaba su fama, pero Mathis tenía mayor poder dentro de la industria y se salió con la suya. El director se desquitó centrando la atención de la cámara en la actriz Alice Terry, su propia imposición personal en Los cuatro jinetes del apocalipsis. A partir de entonces Terry protagonizó prácticamente todas las películas de Ingram y hasta codirigió un par de ellas. El director y la actriz contrajeron matrimonio en 1921, mientras filmaban El prisionero de Zenda, y permanecieron unidos hasta la muerte de Ingram en 1950. 

Rudolph Valentino, June Mathis y Rex Ingram durante el rodaje de
Los cuatro jinetes del apocalipsis (1921).

Mathis y Valentino realizaron otros trabajos juntos, y fueron amigos hasta el final de sus vidas. Valentino falleció en 1926 a los 31 años; fue puesto en un nicho prestado por Mathis, quien murió en 1927 a los 40 años, siendo puesta en el nicho contiguo. En el presente siguen enterrados el uno junto a la otra en el cementerio Hollywood Forever.



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