01/03/2024

¡Esa portada!

Buscando imágenes de actores leyendo libros, encontré una fotografía de Ethan Hawke que me hizo gritar: "¡¡Ahhh, Lars!!". Y es que el libro que Ethan sostiene es una edición de la novela La leyenda de Gosta Berling de Selma Lagerlof con un fotograma de la película homónima protagonizada por Lars Hanson en 1924... Sí, hace cien años ya.



Acá el correspondiente fotograma. O el más cercano que encontré. Me pregunto donde estará esa edición del libro; la quiero sólo por la portada. 
(Y sí, la actriz que comparte escena con Lars es Greta Gustafsson, la futura Greta Garbo, pero ella nunca ha conseguido conmoverme).  



16/02/2024

Las 10 mejores películas de 1919

Siguiendo con las listas, retrocedo algunos años hasta 1919, cuando el cine ya había dejado atrás su etapa primitiva en la mayoría de los países clave para el desarrollo y difusión del séptimo arte. 
Aunque la Gran Guerra afectó considerablemente al cine europeo, ello no significó un retroceso o estancamiento de la cinematografía del Viejo Mundo: Alemania brilló en las pantallas pese a la derrota en el campo de batalla y Suecia, país neutral, inició un breve pero majestuoso período de grandeza fílmica. Estados Unidos pronto se pondría a la cabeza del mundo cinematográfico, más por ahora la balanza se equilibra y la extravagante comicidad de Ossi Oswalda es tan apreciada como el punzante dramatismo de Lillian Gish.

10) Hacia la luz 
Mod lyset, Holger Madsen, Dinamarca.

9) Opio
Opium, Robert Reinert, Alemania.

8) Historias tenebrosas
Unheimliche geschichten, Richard Oswald, Alemania.

7) La princesa de las ostras
Die austernprinzessin, Ernst Lubitsch, Alemania.

6) Wagon Tracks
Lambert Hillyer, Estados Unidos.

5) La muñeca
Die puppe, Ernst Lubitsch, Alemania.

4) Susie corazón leal
True heart Susie, D.W. Griffith, Estados Unidos.

3) Macho y hembra
Male and Female, Cecil B. DeMille, Estados Unidos.

2) Los lirios rotos
Broken Blossoms, D.W. Griffith, Estados Unidos.

1) El tesoro de Arne
Herr Arnes pengar, Mauritz Stiller, Suecia.


02/02/2024

Sólo dos buenos chicos del otro lado

Artículo publicado en la revista Photoplay en julio de 1927.


A algunos les gustan fríos.
Considere a Lars Hanson, quien le dio a Lillian Gish tal competencia por los honores en "La letra escarlata", que se le dio el protagónico sin reservas en la producción de John Robertson, "Capitán Salvación", que figura entre las seis mejores películas del mes, mientras que su actuación está entre los mejores del mes.
El señor Hanson proviene de la fría y distante Suecia, donde las noches son largas y el arte es serio. Es uno de esos nórdicos fuertes y silenciosos con cabello rubio y ojos como hielo azul. Un joven reflexivo y estudioso que ve en las películas, no explotación personal, sino algo delicado, algo noble, algo grande y nuevo para el artista. Como Varconi en un aspecto, Hanson pertenece a la flor y nata del elemento extranjero en Hollywood. No es un príncipe falso, un noble arrestado, sino un actor de renombre en su propio país, miembro del Teatro Real de Estocolmo.


Hanson es un gran trabajador, con años de lucha y experiencia en su haber. Un hombre discreto, orgulloso y tímido que se hundirá en un silencio glaciar en lugar de hablar de su éxito y de sus asuntos personales. Vino a Estados Unidos por su Gran Oportunidad y no va a  arruinarse a sí mismo. El ardiente sol de Hollywood lo ha iluminado durante más de un año, los fuegos del temperamento se han apoderado de él; pero Lars Hanson aún no se ha descongelado.
Su esposa es Karin Nolander, una distinguida y bella actriz sueca. Ella no aparecerá en la pantalla, no. Uno en la familia es suficiente. Pero estudian juntos, trabajan juntos y el mundo más alegre de Hollywood no los conoce. Sin embargo, les gusta Estados Unidos, sí. Y la razón es simple.
“Sus películas”, dice Hanson, “serán las mejores. Su gente tiene el aplomo y la confianza para hacer grandes filmes que triunfen".
Y el señor Hanson quiere participar en ese triunfo.



19/01/2024

¿Por qué Freder abraza a todo el mundo?

Un vistazo al chico de Metrópolis


Navegando en sitios dedicados al cine mudo, he visto que muchos reparan en la costumbre de Freder Fredersen, el joven protagonista de Metrópolis, de abrazar con vehemencia a casi cualquier persona que se le cruce por delante: Josaphat, María, Georgy, su padre… Esto ha dado lugar a la creación de algunos dibujos burlones o paródicos. Recuerdo uno que hacía una insinuación homosexual a propósito de los muchos abrazos a Josaphat -sí, hay bastantes obsesos sexuales en la Red- y la serie de gifs que reunían varias de las escenas donde Freder está estrechando a alguien. El título de la serie era algo así como: "Freder no sabe lo que es respetar el espacio personal". Lo que en realidad es cierto; este chico abraza a cualquiera y de un modo que paraliza. Y no me molesta que lo haga; de hecho, me encantaría estar en el lugar de María cuando Freder la abraza… y cuando la besa… y cuando la besa otra vez… y…
Volviendo al asunto original: ¿Cuál es la razón de esos abrazos tan intensos y apasionados en un chico que por su educación debería saber controlar sus emociones? Oh, es un tema que no da para un gif risible porque es un tema triste: Freder, el hijo único de Joh Fredersen, amo absoluto de la bellísima ciudad estado de Metrópolis, nunca ha sabido lo que es el afecto físico. 
Hel, la madre de Freder, murió al dar a luz a su único hijo, y Joh, aunque ama a su hijo más que a su maravillosa Metrópolis, la ciudad más hermosa y ordenada de principios del siglo XXI, no es alguien a quien le resulte fácil demostrar los sentimientos más bellos. Destrozado emocionalmente por la pérdida de su amada Hel, Joh ha optado por esconder sus sentimientos tras la máscara del hombre impasible que sólo vive para asegurar el funcionamiento correcto de su obra, la ciudad de ciudades. La práctica constante de esto parece haber convertido a Joh Fredersen en algo tan frío e inflexible como el acero y el vidrio que lo rodean. Por supuesto, se trata sólo de una idea. Cuando después de mucho tiempo Joh visita a Rotwang -que primero fue su amigo, luego su rival y ahora es su anverso-, el todopoderoso señor se desmorona al ver una efigie de Hel. A pesar del tiempo transcurrido Joh sigue sufriendo la pérdida de su amada; este hombre no es de acero y vidrio, sólo esconde muy profundamente sus emociones. Porque ¿cómo podría nadie mantener el control absoluto sobre una ciudad estado de la talla de Metrópolis siendo un debilucho sentimental que por más de veinte años ha estado lloriqueando por una muerta? (Eh, Joh, ya supéralo). Es imposible. Para mantener su poder Joh Fredersen necesita transmitir una imagen de dureza impenetrable a cualquier clase de sentimentalismo. Y lo hace. Lo hace muy bien. Lamentablemente, consigue engañar incluso a su hijo, al que mantiene apartado de sí precisamente para que nadie descubra su verdadero punto débil.
Freder prácticamente vive en La casa de los Hijos, aunque su verdadero hogar está en algún lugar cercano a Nueva Babel, el edificio desde donde su padre gobierna Metrópolis. Joh Fredersen ha hecho de este edificio su hogar, de modo que no hay mucho contacto entre padre e hijo. Freder tiene un guardaespaldas-vigilante que cuida de él e informa a Joh Fredersen de sus actividades, haciendo parecer innecesaria la reunión de ambos. 
Joh ama a su hijo, pero como debe mostrarse insensible y lejano, se ha convencido de que rodearlo de lujo, comodidad y diversión es la mejor forma de demostrarle su amor. Está equivocado. Freder tiene todo lo que pudiera desear excepto una verdadera demostración de amor; su padre lo ve poco y nunca lo abraza ni lo acaricia ni le dice que lo ama. Incluso hay momentos en que lo trata como a uno más de sus empleados, confundiendo y cohibiendo al joven hasta el punto de hacerlo sentir poco importante y nada querido. Desesperado de amor, Freder se enamora de la primera mujer que ve (las putitas de los Jardines Eternos sólo son putitas, no mujeres) y se abraza a cualquiera que le de la oportunidad de experimentar el afecto físico. Pobre chico, ya quisiera yo consolarlo.
Una gran muestra de como se relacionan Freder y su padre se da casi al inicio de la película, luego de la visita de Freder a la zona de las máquinas. Horrorizado al descubrir como se hacen funcionar aquellas máquinas que mueven Metrópolis, Freder se dirige velozmente a Nueva Babel y entra corriendo en la enorme y pulcra oficina del señor de la ciudad. Éste, que se pasea meditando no sabemos que asunto, se detiene con la mano en alto al ser interrumpido por el ruido de la puerta, y voltea ligeramente hacia ella. Ve a Freder y vuelve de inmediato a su posición inicial al tiempo que le hace con la mano un leve gesto, indicándole esperar. Esto tiene sobre Freder el mismo efecto que un balde de agua fría: Calla lo que se disponía a gritar y contiene las fuertes emociones que lo azotan mientras el amo reanuda su paseo meditativo. Freder lo observa con una expresión muy parecida al temor, al tiempo que retrocede y extiende un brazo hacia atrás para sujetar la puerta, impidiendo que golpee al cerrarse. A Joh Fredersen le disgusta que se azoten las puertas y su hijo lo sabe. Enseguida, incapaz de contener por completo su emoción, Freder se apoya contra la puerta con la cabeza baja y las manos sobre el corazón, su pose natural al estar bajo presión emocional.
Josaphat, el principal secretario de Joh Fredersen, no soporta ver al joven en tal estado. Mientras el padre continua paseando, Josaphat se acerca a Freder. Cuando éste finalmente repara en él y ve la sinceridad con que el hombre parece ofrecerle ayuda, el joven se le aferra con vehemencia y le relata su descubrimiento. Después de pasar frente a ellos en un par de ocasiones, Joh Fredersen acaba por detenerse e inquirir lo que sucede, molesto de la cercanía de su hijo con un empleado. Feliz de haber conseguido la atención de su padre, y seguro de que éste arreglará las cosas, Freder corre hacia Joh lleno de alegría. Pero cuando llega a su lado Joh lo sujeta del brazo, ignora su vehemente discurso y lo guía hacia un sillón donde prácticamente lo obliga a sentarse. Freder continua hablando, relata su horror al ser testigo de la explosión que costó la vida a dos obreros e hirió a otros. Acaba su relato con un estremecimiento nervioso. Joh Fredersen no se muestra nada conmovido, sólo algo molesto por no haber sido informado del hecho. Hace salir a los demás y se queda con el muchacho. Éste se levanta y con mucho cuidado lo abraza desde atrás, como si temiera ser rechazado si intentara un abrazo frontal. Joh Fredersen no muestra ninguna reacción. Este es un momento importantísimo para ambos y el desarrollo de la película, pues lo que sucede aquí determina los actos posteriores de Freder.
Intentando convencer a su padre de la importancia de los obreros que mueven las máquinas, Freder le señala una ventana que muestra un amplio panorama de Metrópolis y le pregunta dónde están los hombres que construyeron la ciudad; por qué ellos no disfrutan también de los privilegios de Metrópolis. Sin la menor compasión por los delicados sentimientos del joven, el amo vuelve la cara y mirándolo con frialdad contesta que están donde pertenecen. Freder se aparta de su padre y lo ve con espanto. Aquí el joven luce tan indefenso y pequeño -un truco visual, pues Gustav Frohlich era más alto que Alfred Abel- que enternece. Freder ha empezado a descubrir el abismo que lo separa de su padre. Son dos hombres completamente extraños en ideas y sentimientos. 
Entendiendo que el amor al prójimo no tiene cabida en la mente de su padre, Freder se aparta de él, ahora serio y frío, y retoma el tema desde otro frente. Le pregunta que pasaría si la gente de las profundidades se levantara contra él. Freder piensa que si la piedad no conmueve a su padre tal vez el temor lo haga. Pero el señor, que miraba impasible hacia la ventana, se ríe, seguro de su poder, y también algo conmovido de la inocencia del joven, hacia el que por fin se voltea, aunque ya es tarde, ahora es Freder quien le da la espalda. La imagen señala muy bien la incomunicación entre padre e hijo.
Josaphat regresa y Joh lo despide sin mostrarle la más mínima compasión ni siquiera cuando Freder intercede por él. El destino de aquel hombre que le ha servido le es indiferente. Horrorizado de la frialdad de su padre, Freder huye de su presencia. 
Este momento siempre me ha conmovido por la forma dramática en que Freder descubre la frialdad e indiferencia de su padre hacia las vidas y sentimientos de los demás. El momento culminante, cuando Joh Fredersen se encoge de hombros luego de señalarle Freder que al despedir a Josaphat lo ha condenado, está filmado de un modo que enfatiza en la inutilidad del joven y el poder del amo, que no cede ni aun ante su hijo adorado. El rostro de Freder expresa un horror genuino y palpable antes de su huida de la habitación.
Freder está emocionalmente solo y esta soledad lo lleva a aferrarse a cualquiera. Los héroes suelen ser personajes solitarios, de otro modo no tendrían tiempo ni oportunidad para cumplir con su enorme destino. En el caso de Freder esto es muy triste, pues, siendo su padre quien es, se entiende que la soledad ha sido una constante en su vida desde la infancia. 
No puedo dejar de mencionar otros dos momentos muy certeros en cuanto a la exposición de la relación entre Freder y su padre. En ambos casos Joh Fredersen da muestra del amor que siente por su hijo, pero el primero acaba con un giro negativo y el segundo es extraño. 
Primero: Cuando Freder es víctima de una especie de fiebre cerebral, Joh Fredersen se inclina sobre su lecho y le acaricia el rostro en presencia de otras personas. En ese momento puede mostrarse débil, ya que su hijo está muy enfermo. Sin embargo no duda ni por un momento en acudir a una extravagante reunión en casa de Rotwang en lugar de permanecer junto a él. Es cierto que lo deja muy bien resguardado (por un sirviente, una enfermera y el Hombre Delgado), pero en su estado el pobre chico necesitaba de su padre, no de extraños. 
Segundo: Casi al final de todo, Joh Fredersen acude a la catedral de Metrópolis y es testigo de la lucha entre Freder y Rotwang sobre el techo del enorme edificio. Horrorizado ante la idea de que su hijo podría morir, el amo se desespera y, cosa increíble, la enormidad de su dolor lo hace encanecer de golpe.
Moraleja: Expresa lo que sientes hacia otras personas si con ello puedes hacerles y hacerte feliz; sólo deberían esconderse los sentimientos negativos y dañinos.