18/06/2023

5 padres silentes

La era silente esta llena de padres que se quedan en nuestra retina por largo tiempo. Padres buenos y padres malos; padres complejos y padres sencillos; padres de sangre y padres de espíritu. Los hay para casi todos los gustos y disgustos; aquí mencionaré algunos de los que más me han impresionado. No se trata de una lista con los mejores y peores padres del cine silente, ni de películas centradas exclusivamente en la paternidad, sino sencillamente de un listado de padres que han capturado mi atención. Orden cronológico. 

Y a propósito del tema, aquí hay una hermosa imagen de Doug padre y Doug hijo. 


1) Saemund Granliden (Egil Eide) de Synnöve Solbakken
(Synnöve Solbakken, John W. Brunius, 1919, Suecia).
Reconozco que me acerqué a esta película sólo por Lars Hanson. Él da vida a Thornbjörn Granliden, el muy apuesto, pendenciero y despreocupado hijo mayor de una familia campesina. Cuando Thornbjörn parece estar reconduciendo su vida, un rival lo acuchilla a traición instigado por un medio bestia ex peón de la granja que acecha la zona. 
Egil Eide interpreta a Saemund con gran convicción. Cuando el granjero llora por su hijo herido, su dolor es profundo y genuino. Saemund es un padre que ama a todos sus hijos, pero Thornbjörn es el favorito; él sabe que el muchacho sólo necesita madurar un poco para que entonces afloren sus ahora ocultas cualidades positivas. Saemund no duda en enfrentar al atacante de Thornbjörn, un joven de la mitad de sus años al que sin embargo vence. 
Los momentos de interacción entre Egil y Lars son tan lindos que olvidé por completo que ya habían trabajado juntos en la muy diferente Las alas.
  


2) Peter Lane (Fred Turner) de El hombre de la navaja 
(The jack-knife man, King Vidor, 1920, Estados Unidos).
El humilde y solitario barquero Peter Lane es uno de esos padres accidentales frecuentes en la pantalla silente. Se trata de un espíritu sencillo, libre y errante que una noche de tormenta acoge en su barcaza a una madre enferma y su hijo, el pequeño Bobby (Robert Kelso); la madre muere y el viejo Peter ampara al niño; le talla figuras de madera y se encariña con él hasta el punto de decidir por fin asentarse en tierra firme.
La trama de esta bella película prefigura la de El chico (Charles Chaplin, 1921), aunque su desarrollo es menos oscuro y doloroso. Fred Turner interpreta a Peter Lane con una credibilidad impactante, y Robert Kelso es simplemento adorable en su único filme.



3) El Vagabundo (Charles Chaplin) de El chico
(The kid, Charles Chaplin, 1921, Estados Unidos).
Por supuesto, tengo que mencionar al Vagabundo. ¿Acaso podría faltar en una lista de padres del cine silente? Imposible, y es que El Vagabundo se convierte en el padre ideal para el niño (Jackie Coogan) abandonado por su desconsolada madre. Padre e hijo se complementan, compartiendo miseria, comida, golpes y trabajo a partes iguales. Sus vidas son duras, no poseen practicamente nada, sin embargo rebosan de amor mutuo. 
Hay una nobleza sencilla y hermosa en la decisión del Vagabundo de encargarse del niño. Este hombre cuya pobreza cae en terreno de la marginalidad, posee en cambio un corazón tan grande como su picardía, y es todo para el pequeño. 



4) Mathias Pascal (Ivan Mozzhukhin) de El difunto Mathias Pascal
(Feu Mathias Pascal, Marcel L'Herbier, 1926, Francia).
Mathias Pascal debe ser el hombre con la peor suerte: Su esposa es fría como un pescado, su suegra es una bruja dominante, su trabajo apesta y, lo peor, su querida madre y su adorada hijita bebé, únicas luces en su apagada vida, mueren el mismo día. 
Mathias se preocupa de su hija como nadie más; mece su cuna, juega con ella, la saca a pasear; él simplemente ama a esa pequeña como su madre lo ama a él, con todo su corazón. Por lo mismo, la muerte de la niña es tan terrible para él. Sin ella el frágil mundo de Mathias se desmorona. 
El gran Ivan Mozzhukhin siempre consigue tocar nuestra fibra más sensible. Mathias Pascal es absurdamente adorable, y sus primeras escenas con la bebé están impregnadas de ternura y alegría. Por contraste, las escenas de la muerte de la niña son amargas, oscuras y muy penosas; sentimos el profundo dolor de Mathias mientras lleva el cadáver de su hija a casa de su madre moribunda.   
 


5) Joh Fredersen (Alfred Abel) de Metrópolis
(Metropolis, Fritz Lang, 1926, Alemania).
¿Habrá padre más complejo que Joh Fredersen? El señor de Metrópolis parece tan frío y mecánico como las máquinas que mantienen en funcionamiento su ciudad. Desde lo alto de su propia torre de Babel dirige Metrópolis con la precisión de un robot. Todo y todos a su alrededor cumplen una función; sin embargo, este hombre de hierro tiene una debilidad: Su hijo, el joven Freder (Gustav Frohlich). 
Joh Fredersen mantiene a su hijo en la ignorancia y no muestra la menor empatía hacia su compasión y sensibilidad, pero cuando la rebelión estalla en la ciudad, casi se derrumba ante la posibilidad de que Freder muera. El miedo a perder a Freder lo hace encanecer de golpe y es Freder quien lo reconcilia con sus obreros. Joh Fredersen sí tiene corazón, y su hijo ocupa el primer lugar en él. 



¡Feliz día del padre a todos los papás de la comunidad silente! 




02/06/2023

Stella Maris (Marshall Neilan, 1918)

Mary Pickford entrega algunas de sus mejores actuaciones en este excelente melodrama donde personifica a dos muchachas de vidas y aspectos completamente opuestos. La estrella favorita de América demuestra con creces que también era una actriz de verdad, capaz de transmitir emociones genuinas que se clavan en el corazón del espectador sin caer jamás en histrionismos sensibleros. 



Resumen: ALERTA DE SPOILER
Stella Maris (Mary Pickford) es una hermosa niña huérfana paralítica a quien sus adinerados tíos, Sir Oliver Blount (Herbert Standing) y Lady Julia Blount (Ida Waterman), han resguardado de todo contacto con el lado malo de la vida. Por contraste, Unity Blake (Mary Pickford) es una fea niña huérfana asilada en un orfanato que sólo ha conocido el lado malo de la vida.
Las visitas diarias del periodista John Ruska (Conway Tearle), primo de Lady Blunt, llevan alegría e ilusión a la retirada existencia de Stella. La inocente muchacha se siente como una princesa y está convencida de que John, su príncipe, habita un castillo, aunque la realidad es muy diferente: John es casado y vive en un barrio londinense de clase media. Su esposa Louisa (Marcia Manon) es una alcohólica abúlica, descuidada y violenta a quien nadie soporta.
Un día Louisa va al orfanato con la declarada intención de adoptar una niña. Varias muchachas bonitas desfilan ante ella, sin embargo Louise elige a Unity al verla sacudiendo una alfombra en el patio.


Al día siguiente John, cansado de la violencia y negligencia de Louise, la abandona. Poco después llega Unity. Ávida de afecto, la muchacha piensa que Louise será su madre, pero esta le revela la cruel verdad: Unity sólo será una sirvienta. Acostumbrada a nunca obtener nada, Unity se resigna a su nueva condición. 
El tiempo pasa. Stella vive cada vez más apartada de la realidad, a salvo en un entorno de belleza, comodidad e inocencia. Mientras, Unity se hunde cada vez más en la sordidez, víctima de los recurrentes malos tratos de Louisa. Un día esta la golpea tan brutalmente que los vecinos traen a la policía. Louisa es arrestada y condenada a tres años de prisión, y Unity es devuelta al orfanato. 


Avergonzado y dolido, John planea abandonar Londres por un tiempo, pero Lady Blount lo retiene pretextando lo mucho que Stella necesita de su compañía. Entonces John visita a Unity en el orfanato y decide adoptarla para enmendar en parte el daño provocado por Louisa. 
John y Unity se hospedan temporalmente en casa de Sir Oliver y Lady Blount. La joven recibe toda la compasión que necesita pero nada de amor. 
Cierto día el perro de Stella roba la labor de costura de Unity. Esta lo persigue hasta la habitación de Stella y ambas muchachas se encuentran por primera vez. Unity queda hondamente impresionada por la belleza celestial de Stella, pero los tíos temen lo que pudiera suceder si Unity contara su historia a la sobreprotegida niña. Para evitar complicaciones, Sir Oliver consigue que tía Gladys Linden (Josephine Crowell), una parienta común, permita que John y Unity vivan en su casa. 


Tía Gladys es correcta aunque severa. Unity trata de ayudarla con el orden de la casa pero sólo provoca más desorden. Además, miente. Tía Gladys se harta de sus mentiras y John cree que Unity miente por temor a ser rechazada. Para acabar con esto, John le dice a Unity que no debe mentirles porque ellos la aman. Unity rompe a llorar de emoción. 
Mientras, los tíos de Stella la hacen examinar por los mejores cirujanos del país. Estos coinciden en que una operación podría devolverle la movilidad, aunque la rehabilitación total tardaría años. Los tíos acceden a la operación, que resulta exitosa.
Tres años después, Unity, por amor a John, se esfuerza en educarse y cultivarse, y Stella, ahora una joven dama, puede caminar. A su vez, Louisa cumple su condena y es puesta en libertad. John la instala en su antigua casa, donde Louisa retoma su vida de borracha y drogadicta. 
Stella sigue viviendo en una burbuja de bondad, belleza, comodidad e ignorancia hasta el día en que una mendiga hambrienta le pide ayuda para ella y sus hijos. Pasmada, Stella acude a su tía y esta se ve obligada a revelarle la existencia de la pobreza. A partir de ese momento todas las desgracias del mundo que sus tíos le ocultaran se van presentando ante Stella: Asesinatos, suicidios, guerras… La joven, perdida su fe en la bondad universal, se aferra a un único ideal: John. 
Intentando conocer el entorno social de John, Stella visita la casa de tía Gladys, rencontrándose con Unity. Unity le revela que John la ama, y Stella confiesa su amor por el periodista. Cuando se marcha, Unity llora desconsolada porque sabe que nunca podría competir con la encantadora Stella.


Seguro de su amor por Stella, John quiere confesarle su situación real pero Sir Oliver se lo prohíbe. Sin embargo todo se revela cuando Stella decide visitar el Castillo Abandonado de John con la idea de abrirlo para ambos. Primero descubre que no hay tal castillo, sólo una casa de clase media, y después Louisa destruye su última ilusión contándole la verdad. 
John y Stella caen en un profundo abatimiento que nada ni nadie consigue apartar. Tía Gladys dice a Unity que John nunca será libre mientras Louisa viva, y la muchacha toma una determinación. Va con Louisa y le advierte que no vuelva a lastimar a Stella; Louisa asegura con desprecio que seguirá hasta romperle el corazón, y entonces Unity le dispara, matando a la miserable mujer.
Al día siguiente la policía informa a John que Unity fue encontrada muerta junto al cadáver de Louisa; dada la historia de ambas, se trataría de una venganza, mas John y Stella entienden que Unity se sacrificó para que ambos pudieran ser felices. Y lo son.


Cuando Mary Pickford leyó la novela Stella Maris de William J. Locke, de inmediato descubrió sus posibilidades cinematográficas. Para sorpresa de su madre y de los jefes del estudio, decidió interpretar a la vez los roles duales de Stella y Unity. 
Stella no suponía un gran reto; ser dulce, inocente y hermosa no era labor difícil para Mary, pero Unity era todo lo opuesto, y eso podía peligroso para la carrera de una actriz especializada en papeles de bella jovencita. Que Mary pickford se atreviera a aparecer en pantalla como una chica fea dice mucho a favor de su confianza en sus dotes actorales. 
Para el rol la actriz usó un estilo de maquillaje que ocultaba por completo sus hermosas facciones, e insistió en ser filmada principalmente desde el lado derecho, el menos atractivo de su rostro; también aprendió a pararse y caminar con torpeza y pesadez. 
El resultado es excelente. Mary Pickford está irreconocible en el papel de Unity; si no supieramos que ella interpreta a la muchacha pensaríamos que se trata de una actriz diferente. Más aún: Mary entrega una interpretación maravillosa y totalmente convincente en sus dos roles. Stella y Unity tienen vidas completamente distintas, y Mary les da expresiones y maneras distintivas. Stella se mueve y sonríe con la delicadeza de un ángel; parece liviana y vaporosa con sus rizos dorados y vestidos blancos con volantes. Unity se desliza con la pesadez crispada de alguien que espera un golpe; su rostro demacrado, su sonrisa torcida, sus trenzas rígidas y vestidos oscuros y pesados remarcan su triste y dura existencia.


Stella Maris es una historia tierna y dura a la vez. Contiene momentos de gran dulzura y otros de enorme sordidez. Es un filme poderoso que denuncia el abuso infantil, el alcoholismo, la drogadicción, la violencia conyugal y la sobreprotección.  También es la historia de dos mujeres que, por vías distintas, descubren verdades que ignoraban: Stella, que el mundo no es un paraíso de belleza y hermandad; Unity, que puede amar y ser amada.  
La película fue un éxito entre el público y la crítica. Photoplay proclamó: "Stella Maris debería ser un punto de inflexión en la historia de la estrella favorita de Estados Unidos". No lo fue, el público quería seguir viendo a Mary Pickford en roles infantiles e inocentes, sin embargo, un siglo después sus trabajos más artísticos y complejos son los que han permitido que mucha gente prejuiciosa respecto a la actriz descubriera y reconociera su talento. Stella Maris es uno de esos trabajos y una de las grandes obras ignoradas del mejor cine silente.