25/02/2022

Creando carteles para Caligari

Hace un par de años hice varios carteles de cine usando el programa photoImpression. La mayoría fueron para películas mudas. Lamentablemente los perdí casi todos en un cambio de CDs de respaldo. Sí, algunas personas todavía grabamos nuestro material digital. 
De los diez carteles que sobrevivieron cuatro son de El gabinete del doctor Caligari. Acá están, a propósito del aniversario 102 del estreno de la película a celebrarse dentro de un par de días. 

Este fue el primero de la serie. Empecé con un diseño sencillo y muy lineal. La simetría es casi mi obsesión, aunque el nombre del elenco puesto en diagonal le da un leve toque atrevido. El título en verde contrasta con los tonos apagados, iluminando un poco el conjunto. 

Para el segundo cartel opté casi por los mismos colores usados en el primero, aunque me atreví a jugar más con las líneas. El marco está incompleto en un lado y en el opuesto sobran barras negras, creando un efecto de continuidad entre ambos bordes. Esta vez elegí un tipo de letra más informal, acorde con el desquiciado estilo de la película.

Tras conseguir la versión restaurada y coloreada de la película, hice un centenar de capturas de pantalla y me dediqué a cortar, ordenar y pegar. Fue un trabajo largo y difícil. Me llevó tiempo seleccionar las imágenes porque mi intención era mostrar a todos los personajes de la película. Al final no pude hacerlo, pero siento que las elegidas dan una buena idea del contenido del filme.  

Finalicé esta serie de carteles con otro cortar y pegar, aunque esta vez usando imágenes del mismo color. Para el fondo utilicé variantes del color, siendo las letras blancas las que iluminan el conjunto, aunque sin estridencias.

El diseño gráfico no es lo mío. Me faltan ideas y me inclino demasiado por el orden, lo que limita cualquier diseño que realice. Estos carteles los hice sólo por diversión y amor al cine, pero siento que lucen bastante bien incluso con sus limitaciones. Me gustó hacerlos.


18/02/2022

La chica promedio y el cine

Si la chica promedio sólo supiera los sacrificios necesarios para lograr el éxito en las películas, lo consideraría cuidadosamente antes de elegir la actuación en la pantalla como el trabajo de su vida. Las exigencias impuestas al tiempo de la actriz cinematográfica son mucho mayores que las exigidas al tiempo de la mujer que se dedica a la búsqueda de cualquier otro arte. Si ella simplemente aspira a revelar su propia personalidad en la pantalla, es mejor que permanezca entre sus amigos, quienes probablemente la apreciarán más que la audiencia promedio de películas.

Theda Bara



14/02/2022

Películas para San Valentín


El amor, el amor. ¿Quién puede resistírsele? ¿Quién quiere resistírsele? Nadie. Celebremos este hermoso sentimiento con una buena película; aquí hay 5 muy diferentes que lo tienen por tema central. Hay muchas más, pero no quise hacer muy larga la elección. Elijan a su gusto.

1) Amor eterno
(Eternal love, Ernst Lubitsch, 1929, Estados Unidos).
En un pueblecito suizo los enamorados Marcus el cazador (John Barrymore) y Ciglia (Camilla Horn), la sobrina del pastor, tienen que separarse a causa de un lamentable error del que ambos son culpables. Los dos se casan con personas que no aman pero un malentendido los obliga a huir hacia las montañas durante una tormenta que podría unirlos para siempre.
Película poco conocida que sin embargo merece una revalorización. John Barrymore y Camilla Horn son hermosos y conmovedores como amantes desdichados; el dolor que les provoca su separación traspasa la pantalla. De las películas que he visto de Lubitsch es la única donde no hay humor, sólo amor, pasión, dolor y mucho romanticismo.



2) La muerte cansada
(Der müde tod, Fritz Lang, 1921, Alemania).
En una pequeña aldea, La Muerte (Bernhard Goetzke) se lleva al amado de una viajera (Lil Dagover). La mujer va hasta la casa de La Muerte a pedir su regreso, pero lo obtendrá solo si evita que se extingan las vidas de tres personas. A través del tiempo la lucha del amor es eterna pero acaba en derrota; las vidas se consumen irremediablemente. La viajera consigue que La Muerte le dé una oportunidad más de rescatar a su amado, pero el precio quizá sea imposible de pagar. 
Sorprendente y maravillosa obra de un maestro del cine. Lil Dagover está espléndida como la enamorada decidida a todo para librar a su amado de La Muerte.  



3) Asfalto
(Asphalt, Joe May, 1928, Alemania).
Para evitar un arresto la atractiva ladrona de joyas Else Kramer (Betty Amann) seduce al inocente policía de tránsito Albert Holk (Gustav Fröhlich). El asunto se complica cuando ambos se enamoran y Albert propone matrimonio a Else, ignorando que ella guarda más secretos de los que él supone, incluyendo un peligroso amante. 
Una de las grandes películas de finales del silente alemán. La historia es liviana y lineal pero la salva una excelente dirección y su adorable pareja protagónica. Betty Amann luce aparatosamente bella con su aspecto flapper y Gustav Frohlich es un dulce niño de mamá jugando a policía.



4) El corazón leal de Susie
(True heart Susie, D.W. Griffith, 1919, Estados Unidos).
Susie (Lillian Gish), una sencilla muchacha de pueblo, está completamente enamorada de su vecino, el ingenuo William (Robert Harron). Deseosa de ayudarlo a superarse, Susie vende su querida vaca mascota y paga en secreto sus estudios en la ciudad. Pero al regresar al pueblo William se enamora de una encantadora muchacha moderna y se casa con ella, destrozando el corazón de Susie.
Emocionante y profunda película con una historia tan anticuada como hermosa. Lillian Gish es simplemente adorable como la muchacha campestre sincera y leal que da cuanto tiene por el hombre que ama.



5) Estrellas dichosas
(Lucky star, Frank Borzage, 1929, Estados Unidos).
Mary Tucker (Janet Gaynor), una joven campesina asilvestrada, entabla amistad con Timothy Osborn (Charles Farrell), un vecino que ha quedado inválido en la Gran Guerra. Él comienza a educarla y ella le hace compañía, relación que deriva en un amor más grande que la vida. Pero la madre de la muchacha no está dispuesta a permitir que su hija se case con un lisiado, lo que facilita los malvados planes de un seductor. 
Janet Gaynor y Charles Farrell son una de las parejas fílmicas más hermosas de la historia del cine gracias a Borzage, el director que mejor supo retratar el amor en la pantalla muda. Hay belleza, dulzura y lirismo en sus historias y personajes, tan humanos como poéticos y tan sencillos como desgarradores.



11/02/2022

¿Qué es el cine?

¿El cine? Pues es la sexta entre las bellas artes, un arte que estaría en pañales. 
Un sexto arte que en esta época, como la tragedia en Francia en tiempos de Hardy esperaba a su Corneille, añoraba a su autor clásico para allanar el camino a la gloria.
Un sexto arte vivo en cuanto a movimiento, variedad y escena, donde se nos permite, tomando cada cuadro de los grandes pintores, hacer descender a sus héroes de sus marcos, hacerlos vivir como sus creadores imaginaron, y luego hacerlos retomar las actitudes inmortales que nuestra mirada conoce.
Un sexto arte donde baten las alas de la victoria de Samotracia, y donde Diana la cazadora puede emerger de la madera creada por el pincel de Guyon.
Un sexto arte que nos permite evocar, en unos instantes, todos los grandes acontecimientos de la historia, obteniendo una formación real inmediata.
Un sexto arte, que en un mismo instante hará derramar lágrimas al árabe y al esquimal bajo el reinado del mismo dolor, y que en el mismo instante les dará la misma lección de valor o de bondad.
Finalmente, un sexto arte que cuando un artista genial quiera considerar algo más que un pasatiempo fácil, extenderá su fe por el mundo mejor que el teatro o el libro.
En el cine las lágrimas, las risas, los rasgos faciales están tan claramente colocados frente al espectador que no es posible resistir la emoción. ¿No es posible leer en el rostro de Julieta moribunda los versos del gran Shakespeare y en la frente pensativa de Dante algunos versos de la Divina Comedia?

Abel Gance



04/02/2022

El poder conquistador (Rex Ingram, 1921)

Basada en la gran novela Eugenia Grandet de Balzac, El poder conquistador (The conquering power; mejor conocida por el equivocado título de La conquista del poder) es la única adaptación cinematográfica que he visto de una obra del escritor francés. Lamentablemente la película no hace la menor justicia a mi novela favorita de Balzac, limitándose a esbozar la historia de manera superficial y desplazando la atención de Eugenia a su avaro padre. Las actuaciones regulares y el inevitable final feliz sólo terminan de sepultar una historia que como adaptación literaria desperdicia el gran potencial de una verdadera obra maestra de la literaria francesa. 
Pese a lo anterior El poder conquistador no carece de interés si se desconoce la novela. La cinematografía es hermosa, la historia se desarrolla con rapidez y los protagonistas son simpáticos y atractivos. 
 

Resumen: ALERTA DE SPOILER
La acción es trasladada de 1819 a 1921, año de producción del filme. Un cartel explica la razón del cambio argumentando que según las encuestas la gente no desea ver películas de época. Se trata de una justificación cuestionable, dado que la historia principal se desarrolla en un pequeño pueblo francés anclado en el pasado.
Tras un largo viaje de negocios Victor Grandet (Eric Mayne) regresa a su elegante casa parisina para descubrir a su hijo Charles (Rudolph Valentino) disfrutando de una fiesta de cumpleaños que incluye barquitos de juguete, borrachos y chicas con extravagantes tocados. Charles, como buen señorito francés, gasta su vida en la molicie y el placer dejando muy clara la verdad del viejo adagio: "La ociosidad es la madre del vicio". Sin embargo la alegría de Charles al saludar a su padre y la vergüenza que le provoca su propio comportamiento, son reales. Entendemos que este joven vicioso no es malo, sólo necesita la guía de una mano más firme que la de su permisivo padre. Pero las cosas están por cambiar. El señor Grandet tiene un hermano en Noyant al que no ha visto en 25 años y desea que su hijo le haga una visita.


Al día siguiente en Noyant, Père Grandet (un muy eficiente Ralph Lewis), su insignificante esposa Mere (Carrie Daumery) y su ridícula sirvienta Nanon (Mary Hearn), preparan la celebración del cumpleaños de la hija, Eugenia (Alice Terry).
De inmediato hay una muestra clara de la avaricia de Grandet. El hombre es asquerosamente rico. Posee oro, viñedos y un castillo, y sin embargo vive en una casa vieja y desnuda, viste ropas gastadas y hasta mide la harina con que se preparará la comida de cumpleaños de su hija. El único acto generoso de su vida es regalar una moneda de oro a Eugenia en cada cumpleaños, si bien lo hace como una inversión a futuro.
Poco después se presentan en la casa varios personajes que luchan por la mano de la futura heredera. Charles llega en medio de esta aburrida y casi fúnebre reunión. Su juventud, elegancia y desenvoltura despiertan sospechas en todos, incluido Grandet. A su vez Charles no puede ocultar su asombro ante la vulgaridad y aparente pobreza de su rico tío. Más tarde, mientras las mujeres le preparan la habitación, Charles comienza a comprender la clase de hombre que es Grandet cuando éste las recrimina por encender la chimenea y calentar la cama.


A la mañana siguiente Charles se entera  de que su padre se ha suicidado al verse incapaz de pagar sus muchas deudas. El dolor del joven despierta la compasión de Eugenia, primer paso hacia el amor. Por desgracia el director es incapaz de mostrar el desarrollo de este sentimiento. Hay pocos primeros planos de Eugenia pensando amorosamente en su primo, aunque esto también puede achacarse a las limitaciones actorales de Alice Terry. Si en plano general su actuación es pasable, en primer plano es ridícula. Alice expresa sus emociones más profundas alzando la cabeza, cerrando los ojos y tragando saliva con la expresión de alguien aquejado de cervicalgia. Son todos sus recursos de actuación y los usa una y otra vez.


Una noche algunos días después, Eugenia es despertada por el ruido que ocasiona Grandet al trasladar unas bolsas con monedas de oro. Hay tanto dinero en esas bolsas que Grandet hubiera podido ayudar a su hermano sin que con ello su fortuna disminuyera ni siquiera un poco, pero es demasiado avaro como para ser buen hermano. 
Eugenia descubre que su primo se quedó dormido escribiendo una carta de despedida para su amante, Annette. Este es el momento hermoso de la película. Eugenia demuestra su amor por Charles intentando abrigarlo con la manta sobre la que descansa, acto tan inútil como cariñoso. 
Rudolph Valentino jamás ha tenido mi atención femenina. No sólo era un actor mediocre, también un galán incomprensible. Durante mucho tiempo fui incapaz de entender que veían las mujeres en él. Y sin embargo en esta escena luce guapo. Tal vez porque muestra el cuello. Se ve lindo con el cuello descubierto.


Eugenia decide ayudar a Charles en su deseo de hacer fortuna en Martinica y para ello le da sus monedas de oro. La belleza del gesto conmueve el corazón herido de Charles. Ambos jóvenes se enamoran y durante algunos días viven un amor mágico e inocente. 


Ya en Martinica Charles logra rápidamente su cometido. La película nunca explica la índole de sus negocios, asunto incómodo porque lleva a sospechar lo peor: Tráfico de esclavos. En la novela lo hace.
Pasa un año sin noticias de Charles y entonces Grandet estalla en ira al descubrir que Eugenia le dio su oro. A partir de aquí la película se aparta definitivamente de la novela conservando sólo algunos pocos elementos. Mare Grandet muere de la impresión durante la pelea de Grandet y Eugenia, y ésta es confinada a su habitación. Pronto todo el pueblo sabe de la cruel reclusión y clama contra el malvado avaro, pero es el notario quien lo hace razonar apelando a sus intereses: Eugenia no es realmente su hija sino del primer marido de la señora Grandet y por tanto podría reclamar la mitad de los bienes dejados por su madre. Obsesionado con su riqueza, Grandet comprende que si desea conservarla intacta debe hacer las paces con la joven. Pero entonces, casi por accidente, Eugenia descubre las cartas de Charles que su padre nunca le entregó. Grandet queda encerrado con su oro y su locura, siendo presa de horribles alucinaciones. Al final es aplastado por su caja fuerte, cumpliéndose así el vaticinio de un deudor del que no tuvo piedad de que sería aplastado por su oro.


Eugenia se convierte en una mujer muy rica y es asediada por los buitres de siempre. Pasan algunos años y entonces, cuando engañada se dispone a contraer matrimonio con el más repelente de sus pretendientes, Charles regresa. Engañado también, pensaba que su prima se había casado. La pareja se explica y reconcilia, para consternación del proyectado marido y sus secuaces.


El poder conquistador intenta ser una exposición de la maldad e irracionalidad de la avaricia. Grandet vive como un mendigo y sacrifica a su familia por una riqueza que no le sirve para nada. Es lamentable que este excelente personaje no esté mejor desarrollado, aunque tampoco puede pedirse mucho a un filme espectáculo. Al menos la secuencia de las alucinaciones está más que lograda, transmitiendo muy bien la locura y avaricia de Grandet con imágenes que probablemente tuvieron influencia en Stroheim para la creación de su obra maestra La Avaricia.
La película no contentará a los lectores de Eugenie Grandet pero gustará a quien desee ver una bonita historia de amor. Eugenia y Charles son una linda y simpática pareja cuyo amor supera la distancia, el tiempo y la ambición. Las admiradoras de Valentino podrían amar verlo en un personaje tan tierno, aunque él no tiene mucho tiempo en pantalla ni es filmado con acierto. Al parecer esto no es casual. 


Anexo: Ingram, Mathis y Valentino
Valentino fue descubierto por la guionista June Mathis, amiga y colaboradora de Rex Ingram, y la primera mujer ejecutiva de cine en la historia de Hollywood. Mathis eligió a Valentino como protagonista de la anterior película de Ingram, Los cuatro jinetes del apocalipsis, trabajo que significó el salto a la fama para el actor, e insistió en tenerlo en El poder conquistador. Esto no fue del agrado de Ingram, quien sentía que Valentino eclipsaba su fama, pero Mathis tenía mayor poder dentro de la industria y se salió con la suya. El director se desquitó centrando la atención de la cámara en la actriz Alice Terry, su propia imposición personal en Los cuatro jinetes del apocalipsis. A partir de entonces Terry protagonizó prácticamente todas las películas de Ingram y hasta codirigió un par de ellas. El director y la actriz contrajeron matrimonio en 1921, mientras filmaban El prisionero de Zenda, y permanecieron unidos hasta la muerte de Ingram en 1950. 

Rudolph Valentino, June Mathis y Rex Ingram durante el rodaje de
Los cuatro jinetes del apocalipsis (1921).

Mathis y Valentino realizaron otros trabajos juntos, y fueron amigos hasta el final de sus vidas. Valentino falleció en 1926 a los 31 años; fue puesto en un nicho prestado por Mathis, quien murió en 1927 a los 40 años, siendo puesta en el nicho contiguo. En el presente siguen enterrados el uno junto a la otra en el cementerio Hollywood Forever.