28/01/2022

El arte de Conrad Veidt

El siguiente artículo fue publicado en la revista francesa Cinéma el 15 de febrero de 1928. Firmado por Michel Goreloff, da una idea aproximada de la forma equivocada en que mucha gente veía a Conrad Veidt en aquellos años. No estoy de acuerdo con varios puntos, como que El gabinete del doctor Caligari deba TODO su éxito a Conrad o que en 1928 él estuviera viviendo el ocaso de su carrera. Sin embargo hay entusiasmo y admiración genuina en el escrito, por lo que considero necesario compartirlo.
Conrad Veidt es uno de mis actores predilectos y alguien a quien también admiro como persona, así que es agradable encontrar artículos positivos sobre él. Si desean leer el original pueden hacerlo aquí. Ignoro cuan fiel es mi traducción combinada, pero creo que se aproxima bastante al original.


Mientras el viejo mundo ya se desmoronaba y las mujeres de Berlín, angustiadas, no encontraban en las tiendas pan ni labial para alegrar sus labios; mientras todos los viejos conceptos del arte, la moral, la inteligencia y el Estado se hundían lastimosamente sólo unos meses después del armisticio, vimos pasar por todas las pantallas del mundo, misteriosamente, una sombra de mirada aterradora y sensual, de gestos lentos y terribles, de andar un tanto satánico. Todas las viejas leyendas que durante cien años habían estado al acecho en oscuros recovecos, en los más profundos bosques; todas las supersticiones, todos los mitos, de pronto se sintieron libres y reanudaron sus juegos, que la llegada del vapor, el gas y las constituciones liberales habían interrumpido. Había una dictadura de lo extraño. Hoffmann, Brentano y Tienk nunca podrían haber imaginado un florecimiento tan abundante de aventuras, una maraña tan densa de enigmas, una locura tan general, un vértigo tan agudo.
Caligari emocionó y embrujó a todos los alemanes sin distinción de cultura, edad o sexo; viejos generales maltratados y jóvenes colegialas, agitadores revolucionarios, poetas, prostitutas. Caligari rompió todos los récords de notoriedad, éxito e ingresos. Caligari envenenó muchos cerebros, desvió de la realidad a muchos jóvenes, hizo estragos aterradores en los corazones, derrocó una poesía y un arte caducos, permitió finalmente que la Imaginación se vengara justa y bellamente de lo 'verdadero', de lo anodino.


Sin embargo, Caligari le debe todo su éxito a Veidt.
Conrad Veidt no es un actor realista. Sintetiza, sugiere, no cincela y nunca molesta la vista con detalles innecesarios. No interpreta personajes de leyenda o de historia, sino que desde hace diez años interpreta un solo papel: El de Veidt.
En rigor, no es un actor de cine, sino un personaje de la nueva mitología, el Príncipe del Mal, el Amante de las Tinieblas. Míralo avanzar, felino y flexible, horrible, alucinante. Una electricidad desconocida carga sus gestos. Es un manojo de nervios, los cinco sentidos en oleaje. Huele la sangre, pero se domina, sólo sus ojos se expanden. Si hay arte, el arte de Veidt surge de los límites de lo desconocido, lo inconsciente, lo terrible. Si hay arte, el arte de Veidt es similar al de un Sade, al de un Landru. Míralo perecer, fracasar. Explosión de energía, radiactividad excesiva, loco retorcimiento de los nervios, la boca se abre de repente, una mecha, una cuchilla de guillotina cae sobre la frente, la cabeza hierve, los ojos arden, las uñas se clavan en un cadáver, en una alfombra, en cualquier lugar; unos momentos de inmovilidad, de combate sobrehumano, todos sus huesos crujen; aquí está riendo, riendo, riendo, riendo para ahuyentar la luz, para empañar todos los espejos: La razón lo pone en su banquillo. Ves todas las líneas tensándose, balanceándose, estirándose. Estás roto, te duele la espalda, te duele la cabeza.
El arte de Veidt es como un mundo fuera de orden. Aturdimiento y vértigo. Veneno para los nervios, para los ojos. Es lógico, es natural que un Veidt no fuera capaz, en 1920, de manifestar su genio singular y que en 1928 asistiéramos ya a su ocaso, ocaso fatal de quien, no hace mucho, nos abrió las puertas de mil reinos verdes y negros con nenúfares y penachos de dorado vapor, trinos estridentes y árboles mágicos, rocas parecidas a sombreros puntiagudos de magos y también estrellas, estrellas en forma de puñales, cuerpos celestes, tridentes, todo el misterio.
Conrad Veidt sigue siendo el mito más terrible de nuestra juventud.



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