Curiosa película sonora donde la ciencia consigue lo que la magia no pudo, crear oro. Espionaje industrial,
sabotajes, yates de lujo, máquinas sorprendentes y unas gotas de glamour a
cargo de la deslumbrante Brigitte Helm hicieron de Oro (Gold) un
éxito internacional digno de verse, y una de las primeras buenas películas de
ciencia ficción.
El científico e ingeniero alemán Werner Holk (Hans Albers) trabaja junto a su colega y mentor, el profesor Achenbach (Friedrich Kayssler), en la creación de una máquina atómica que podría hacer realidad el viejo sueño alquimista de convertir el plomo en oro. El millonario británico John Wills (Michael Bohnen), promotor de un proyecto similar, decide deshacerse de la competencia sobornando a un técnico de Achenbach para colocar una bomba en la máquina. Esta estalla matando al profesor y dejando gravemente herido a Werner. Una oportuna donación de sangre realizada por Margit Möller, (Lien Deyers), la joven prometida de Werner, salva la vida del científico.
Un año después Werner vive atormentado por las dudas respecto a las causas de la explosión. Wills lo contacta para ofrecerle trabajo en su laboratorio en Escocia, donde ha montado una máquina que pretende replicar el experimento de Achenbach. Al revisar los planos Werner descubre que la máquina de Wills es la misma que diseñara Achenbach, y acepta el trabajo para vengarse del millonario arruinando sus planes.
Werner aborda el enorme yate particular de Wills. Su capitán resulta ser Willi Luders (Ernst Karchow), un viejo amigo de Werner que al principio finge no reconocerlo. Más tarde Willi le explica que un turbio episodio amoroso arruinó su reputación y le apartó de su alto cargo en la armada, viéndose obligado a aceptar trabajos en barcos civiles bajo una identidad falsa. Extrañamente su nuevo nombre es inglés aunque su nacionalidad es cubana.
Werner es instalado en el hermoso castillo escocés de Wills, donde a cientos de metros bajo el océano se ha construido la máquina transmutadora atómica. El magnate desconfía de Werner así que ordena registrar su equipaje. Florence (Brigitte Helm), la hermosa y voluntariosa hija de Wills, sorprende a los sirvientes en esta tarea y se siente intrigada por ese ingeniero que tan importante parece ser. Consigue reunirse a solas con él y es atraída por su brillantez e integridad, cualidades muy alejadas de su padre, con quien mantiene una relación fría y distante. A su vez Werner queda impresionado por la belleza y desenvoltura de la joven. Willi lo previene contra Florence recordándole su propia historia, si bien Werner no parece víctima de ningún flechazo.
Algunos días después Werner consigue fabricar oro. Florence abandona una fiesta en el castillo para ser la primera en felicitarlo. La noticia se difunde rápidamente y los periódicos exponen su opinión a las consecuencias de tal invento.
Llega el día en que la máquina deberá comenzar a producir oro a gran escala. Mientras la mayoría de los obreros y operarios se muestran seguros de compartir la fortuna que ahora parece accesible a cualquiera, el capataz Schwarz (Rudolf Platte) es más escéptico. Cuando se alistan para iniciar su labor, Werner acusa a Wills de querer apoderarse de la economía mundial, y destruye la máquina con ayuda del capataz. Werner, Schwarz y los trabajadores consiguen escapar antes de que la explosión final inunde todo, pero Wills, enloquecido, se niega a abandonar el lugar y muere junto a su máquina.
De regreso en Alemania, Werner se reúne con Margit, libres ya para continuar sus vidas.
Quizá el título haga referencia a sus decorados para el laboratorio de la máquina transmutadora. Oro logró un triunfo técnico con este sorprendente y hermoso escenario. El laboratorio de Wills incluye paneles de control que ocupan toda una pared, altísimas puertas blindadas, enormes bujías y tubos de vidrio de dudosa función, grandes aisladores de porcelana, y gigantescos generadores que semejan una decoración industrial. Cuando se pone a funcionar, la máquina suelta rayos de energía que parpadean con locura. Los actores y la cámara se mueven con naturalidad dentro de este decorado haciéndolo ver real y funcional. También hay un hermoso vehículo que enamoró a mi lado retrofuturista art déco. Todo lo relacionado con el laboratorio y la máquina es un sueño de tecnología retro.
Los actores
principales cumplen bastante bien con su trabajo.
Hans Albers fue el gran astro alemán de los años 30. Actor correcto y poco carismático, era considerado también un galán romántico, algo incomprensible al verlo en Oro, la primera y única de sus películas que ha llegado a mis manos. Se trata de un hombre gordo, maduro y calvo con aspecto de tío bonachón. Su actuación como un científico atrapado en una intriga que podría arruinar la economía mundial es competente y creíble, aunque no su atractivo a ojos de dos hermosas jóvenes que no deben tener más de 25 años. Él tampoco funciona muy bien cuando está con ellas; parece rígido y casi paternal.
La fascinante Brigitte Helm tiene poco tiempo en pantalla aunque distribuido de manera inteligente para dar la idea de una aparición mayor. Florence no es relevante en el desarrollo de la historia pero Brigitte arrastraba público a los cines, lo que me lleva a sospechar que el personaje se creó con el único fin de incluir a la gran estrella.
Florence es bella, glamorosa y ambigua; nunca se explica el motivo del distanciamiento con su padre, aunque puede deberse a un choque de intereses: Él desea producir dinero, ella gastar dinero. Puede hacerlo porque es voluntariosa -que no independiente; vive del dinero de su padre-; nadie parece oponérsele puesto que su fuerza reside en la completa seguridad en su encanto y persuasión. Werner se siente atraído por esta joven heredera que simboliza éxito social y poder económico, pero no veo que la atracción vaya tan lejos como para considerar a Florence una amenaza a la relación de Werner con Margit. Comenzaba a forjarse el tópico del gran científico casado con una bonita nulidad.
Hans Albers fue el gran astro alemán de los años 30. Actor correcto y poco carismático, era considerado también un galán romántico, algo incomprensible al verlo en Oro, la primera y única de sus películas que ha llegado a mis manos. Se trata de un hombre gordo, maduro y calvo con aspecto de tío bonachón. Su actuación como un científico atrapado en una intriga que podría arruinar la economía mundial es competente y creíble, aunque no su atractivo a ojos de dos hermosas jóvenes que no deben tener más de 25 años. Él tampoco funciona muy bien cuando está con ellas; parece rígido y casi paternal.
La fascinante Brigitte Helm tiene poco tiempo en pantalla aunque distribuido de manera inteligente para dar la idea de una aparición mayor. Florence no es relevante en el desarrollo de la historia pero Brigitte arrastraba público a los cines, lo que me lleva a sospechar que el personaje se creó con el único fin de incluir a la gran estrella.
Florence es bella, glamorosa y ambigua; nunca se explica el motivo del distanciamiento con su padre, aunque puede deberse a un choque de intereses: Él desea producir dinero, ella gastar dinero. Puede hacerlo porque es voluntariosa -que no independiente; vive del dinero de su padre-; nadie parece oponérsele puesto que su fuerza reside en la completa seguridad en su encanto y persuasión. Werner se siente atraído por esta joven heredera que simboliza éxito social y poder económico, pero no veo que la atracción vaya tan lejos como para considerar a Florence una amenaza a la relación de Werner con Margit. Comenzaba a forjarse el tópico del gran científico casado con una bonita nulidad.
Debo hacer
mención del vestuario de Brigitte. En su primer encuentro con Werner lleva un traje curioso y
casi indescriptible compuesto por un largo vestido con bata o camisón, y algo similar a un delantal de cocina unido a la falda, ¿una insinuación
sobre donde debieran estar las mujeres? El conjunto luce un bonito estampado de hojas reniformes.
En el baile del castillo usa un elegante vestido
negro que estiliza mucho más su delgada figura, sin embargo se afea un poco cubriéndose
el cuello y los hombros con… pues con eso:
Aunque ninguna combinación extravagante logra atenuar el encanto y hermosura de Brigitte Helm.
Michael
Bohnen es convincente como el millonario ansioso por controlar la riqueza del
mundo cuando ni siquiera controla a su hija. Su giro final a la locura, que podría
parecer algo abrupto y exagerado, era usual en las películas de la época.
Lien Deyers está en pantalla incluso menos que Brigitte Helm, lo que hace complejo valorar su trabajo. Margit es tan sumisa e inocentona que uno tiende a menospreciar a la actriz por prestarse para el tópico de "insulsa y asexuada = a chica buena". Esto sería un gran error. Sólo hay que recordar el debut de Lien como la sensual y malvada Kitty de Los espías (Fritz Lang, 1928) para apreciar mejor su desempeño. ¡El cambio de registro es admirable!
Lien Deyers está en pantalla incluso menos que Brigitte Helm, lo que hace complejo valorar su trabajo. Margit es tan sumisa e inocentona que uno tiende a menospreciar a la actriz por prestarse para el tópico de "insulsa y asexuada = a chica buena". Esto sería un gran error. Sólo hay que recordar el debut de Lien como la sensual y malvada Kitty de Los espías (Fritz Lang, 1928) para apreciar mejor su desempeño. ¡El cambio de registro es admirable!
Los demás actores cubren personajes tan planos que se olvidan apenas salen de escena. Son necesarios mas no memorables.
Oro no es la primera película sonora alemana que puede clasificarse como ciencia ficción. En 1932 el mismo Karl Hartl dirigió F.P.1 no responde, y en 1933 Curtis Bernhard se encargó de la dirección de El túnel. El éxito de El túnel propició que se reincidiera con el género, por entonces no bien definido, y el resultado fue Oro, un éxito internacional filmado simultáneamente en alemán y francés. Brigitte Helm fue la única del reparto que apareció en ambas versiones. Hans Albers se negó a protagonizar la versión francesa por considerar, con bastante razón, que debía recibir un pago por cada película, a lo que la UFA se negó.
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