Las 12 películas de F.W. Murnau que sobreviven han tenido un recorrido azaroso:
El camino hacia la noche se consideró semiperdida hasta 1980 y sólo en 2016 se realizó una restauración completa.
La tierra en llamas estuvo desaparecida hasta 1978, cuando se descubrió una copia casi completa en la colección particular de un sacerdote italiano que regularmente proyectaba películas antiguas en clínicas psiquiátricas.
Nosferatu siempre estuvo disponible en copias de distintas versiones montadas para la distribución internacional; la original alemana se tenía por irremediablemente perdida pero a principios de 1990 se encontró una copia en la Cinemateca Francesa. En 1995 se efectuó una primera reparación a esta copia; entre 2005 y 2006 se volvió a restaurar, agregándole la música original, y se lanzó en DVD.
Fantasma se creyó perdida durante 80 años; en 2002 apareció en Moscú un negativo original de la versión europea, que fue recuperado y restaurado por la Fundación Murnau.
Tartufo se considera "no oficialmente perdida". La versión existente es una copia de un montaje internacional.
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| El camino hacia la noche antes y después de ser restaurada. |
Películas de menos a más
El lugar de cada película en la lista corresponde mayoritariamente a mi apreciación personal de la misma y de lo que espero ver en un filme de Murnau. Para mí, la emoción despertada por el ritmo, la historia, los actores y la técnica de una película determinan su valor por sobre cualquier opinión de la crítica especializada.
12) El castillo Vogelod
(Schloss Vogelöd, 1921, Alemania)
La exquisita atmósfera de un suntuoso castillo señorial, la alta sociedad reunida para la tradicional cacería de zorros, oscuros secreto de familia, la sospecha de un fratricidio...
El castillo Vogelod es un kammerspielfilm desarrollado en un escenario elegante, con buenas actuaciones y una historia potencialmente interesante, pero todo lo positivo se pierde frente a un exceso de diálogos y personajes nimios. La madeja "misteriosa" es fácil de desenredar, mas se prolonga con tan exasperante lentitud que llega al aburrimiento. En conjunto, todos estos elementos hacen de El castillo Vogelod la menos interesante y más soporífera película de Murnau.
11) Fantasma
(Phantom, 1922, Alemania)
Relato moralizante de la caída y redención de un humilde y apacible funcionario público entregado en exceso a la ensoñación. Lorenz Lubota (Alfred Abel) vive en las nubes; se obsesiona hasta la locura con una hermosa dama tras verla sólo una vez y con la idea de triunfar como poeta por recibir elogios de un librero. Puesto casi en trance, cae en manos de un ladrón y un par de cazafortunas.
A nivel técnico Fantasma está muy bien. Tiene actores conocidos, buena fotografía y hermosos efectos visuales. Hay varias tramas paralelas interesantes entrelazadas a la del romántico otoñal (los personajes femeninos son los más desarrollados), pero Fantasma no consigue dejar de ser un filme flojo demasiado alargado y con un protagonista débil, cobarde e idiotizado que comete una estupidez tras otra. La tía prestamista Schwibe, magníficamente interpretada por una aterradora Grete Berger, y la hermana menor Melitta (Aud Egede-Nissen), le roban la película al irritante protagonista. Sólo para completistas de Murnau y admiradores de alguien del elenco.
10) Las finanzas del gran Duque
(Die finanzen des grossherzogs, 1924, Alemania)
Un intento de comedia con resultados medianos. Murnau se movía con habilidad en el drama pero la comedia pura no era lo suyo. Aquí revuelve lo cómico con el serial y la extraña mezcla funciona a ratos: Cambios de escenarios, conspiraciones políticas, especulaciones financieras, identidades ocultas, ricachones aventureros, la realeza rusa... Todo tratado con ironía mas sin profundizar en nada. Entretenida, simpática pero irrelevante.
9) Tartufo
(Herr Tartüff, 1925, Alemania)
Una película de encargo que sobrevive a partir de versiones alternas. Los personajes de la sátira de Moliere se redujeron significativamente, se agregó una historia de marco como contraste y se arrojó la lanza contra los hipócritas. Funciona mejor de lo pensado, especialmente por el magnífico trabajo de cámara de Karl Freund y las acertadísimas caracterizaciones de Emil Jannings como el hipócrita Tartufo, Lil Dagover como la bella Elmira y Rosa Valetti como la engañosa ama de llaves... Pero al final la película se hace pesada por el abuso de intertítulos, una cierta carencia de ritmo y, en menor medida, la falta de personajes secundarios. La historia de encuadre termina siendo más interesante que la principal
Graciosa, visualmente hermosa, atmosférica y original, sin embargo Tartufo se queda en un "quizás..."
(Der gang in die nacht, 1921, Alemania)
La más antigua de las películas sobrevivientes de Murnau, y la única que se conserva de las cuatro donde dirigió al mítico Conrad Veidt, es un drama amoroso de intenso simbolismo en que el destino, la pasión y las fuerzas de la naturaleza tuercen las vidas de cuatro personas.
Filme de enorme belleza visual, la potencia histriónica de los figurantes y la lentitud de ciertos pasajes hace difícil su visualización para el espectador promedio, lo que la desplaza significativamente del lugar que merece.
7) City Girl
(1930, Estados Unidos)
La historia de una camarera citadina casada abruptamente con un joven campesino sirve de arranque a Murnau para un alegato contra la discriminación y los prejuicios: En oposición a Amanecer, City Girl toma partido por la chica de la ciudad; ella es la víctima, degradada y asediada por zafios campesinos.
La película está exenta del toque germano característico de las obras anteriores de Murnau. El realismo de la narración es claro; City Girl no difiere mucho del promedio de películas campesinas de la época incluso en su desenlace impostado. En resumen: Una historia sencilla -y a ratos desagradable- narrada con maestría; nada más.
6) La tierra en llamas
(Der brennende acker, 1922, Alemania)
Rivalidades de familia, codicia desmedida, celos, tierras malditas, un tesoro escondido, paisajes fríos y desolados... En 1922 Murnau finalizaba su aprendizaje y entraba en la categoría de gran cineasta. Este sofisticado drama rural con tintes sobrenaturales y escenarios melancólicos es prueba de ello: Hay un clima gélido permanente; el paisaje exterior cubierto de nieve es simil del diseño interior del castillo Roghof. La fotografía y encuadre son hermosos y Murnau dirige con habilidad; Stella Arbenina es sutil y conmovedora, y Lya de Putti es convincente, pero Alfred Abel está desperdiciado en un rol menor prescindible y Vladimir Gajidarov se ve un poco rígido.
La historia misma se desarrolla con facilidad y buen ritmo, mas se derrumba en un desenlace ambiguo y falaz que calla ante al irreparable daño causado por el oportunista trepador, destruyendo toda la intensidad dramática anterior.
Gratificante aunque convencional.
5) Tabú
(Tabu: A story of the south seas, 1931, Estados Unidos)
Bella y desgarradora historia de amor prohibido en los paisajes de ensueño de la Polinesia. Murnau se despide del cine con este poema en imágenes, canto a un amor sublime capaz de enfrentar todos los obstáculos para su consumación pero condenado por dioses de piedra y códigos arcaicos que encadenan a la mujer.
Mitad documental etnográfico, mitad drama clasico, Tabú es la obra maestra menos popular de Murnau. Su atrevido contenido (actores no blancos, tribus indígenas y religiones primitivas) la hace poco apreciada, sin embargo su rico exotismo, la impresionante naturalidad de su filmación y uno de los desenlaces más formidables, trágicos e inolvidables de la historia del cine, convierten a Tabú en una joya a revalorizar.
4) El último
(Der letzte mann, 1924, Alemania)
La degradación del viejo portero de un lujoso hotel berlinés narrada con toda la habilidad de un Murnau en la cima de su talento. Junto a Karl Freund, libera la cámara con total audacia y maestría para contar una historia devastadora devenida en comedia: Largos seguimientos, primeros planos experimentales, enfoques subjetivos, montaje dialéctico, movimientos fluidos, perspectivas forzadas...
Como el anciano desplazado, el portentoso Emil Jannings entrega una de sus más brillantes actuaciones. El actor tenía sólo 40 años cuando interpretó al añoso portero, dando a partes iguales magnificencia y patetismo, orgullo y humildad, alegría y dolor. Su transformación de una figura pomposa y bien erguida a un anciano vacilante y encorvado, testimonia su gran talento.
El último resulta en una exposición de la vanidad y la crueldad, de la deshumanización y la pérdida de la dignidad, de las horribles sombras de la realidad, y una acusación del maltrato a los ancianos en la sociedad moderna.
Un completo hito técnico y artístico, y una película imprescindible.
(Faust – eine deutsche volkssage, 1926, Alemania)
(No me extenderé mucho respecto a las tres mejores películas de Murnau. Ya se ha hecho muchas veces y con más fluidez en otros lugares).
Fausto es una de las películas más bellas de Murnau y del cine en general; una historia épica donde la lucha celestial entre el Bien y el Mal es definida por las obras de un solo hombre, un sabio medieval dividido entre la bondad y el egoísmo, la razón y el sin sentido, el deseo y el amor, la condena y la redención.
La película cuenta con sólidas actuaciones del apuesto Gösta Ekman como Fausto (¡viejo y joven!), la hermosa Camilla Horn como la trágica Gretchen y el extraordinario Emil Jannings como el miserable y canallesco Mefisto. Posee una excelente fotografía, ingeniosos y eficaces trucos visuales y notables decorados.
Una auténtica joya del cine.
(Nosferatu, eine symphonie des grauens, 1922, Alemania)
La primera película de vampiros y una obra maestra absoluta de principio a fin. Historia de amor y sacrificio; cuento de horror y muerte; tratado de vampirismo y navegación; lucha de la ciencia y la fe...
Cine total.
(Sunrise: A Song of Two Humans, 1927, Estados Unidos)
Una de las mejores películas de toda la historia del cine y mi favorita de Murnau. Una canción de amor recuperado y revitalizado; del poder absoluto y triunfante del verdadero y más puro Amor.
Perfecta en todo sentido. Absolutamente imprescindible.
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