29/03/2024

Citas: La fuerza oculta del cine

Así como el reflejo del fuego en un espejo es más hermoso que el fuego mismo, así como la imagen de una montaña es más hermosa reflejada en un glaciar, así la imagen de la vida es más hermosa en la pantalla que la vida misma. El cine, ese prodigioso arte en el que se dirige una orquesta de luz, encierra una fuerza oculta e insospechada que depende mucho más de lo que sugiere que de lo que demuestra.

Abel Gance



22/03/2024

La cabaña encantada (John. S. Robertson, 1924)

La cabaña encantada (The Enchanted Cottage) es una sorprendente y profunda película sobre la percepción emocional e intelectual de la belleza, y una de las obras maestras menos conocidas del cine silente.


Resumen: ALERTA DE SPOILER
El joven Oliver Bashforth (Richard Barthelmess) regresa de la Primera Guerra Mundial con un severo daño físico y sin posibilidades de recuperación; antes guapo y gallardo, ahora se inclina sobre un bastón moviéndose con dificultad. Su adinerada familia es incapaz de empatizar con él: Su madre (Ida Waterman) y su padrastro (Alfred Hickman) carecen de imaginación y su hermana mayor Ethel (Florence Short) es brusca y autoritaria; los tres opinan que Oliver debe olvidar lo sucedido y continuar su vida.
Sin el menor tacto la familia organiza una exhibición de destreza ecuestre a la que asiste Beatrice (Marion Coakley), novia de Oliver desde antes de la guerra. Beatrice está enamorada de un amigo de la familia pero se niega a romper el antiguo compromiso afirmando de manera presuntuosa: "No puedo decirle a Oliver que no lo amo. No puedo. Soy todo lo que la Guerra le ha dejado". Un pequeño accidente revela la verdad; Oliver desea felicidad a la pareja y después se retrae a la amargura y el dolor, abandonando el contacto social.


Tras meses de vagabundeos solitarios, Oliver se refugia en una cabaña adjunta a un pueblecito rural. Enclaustrado a oscuras y sin recibir a nadie, su melancolía empeora hasta llegar a la misantropía. El ama de llaves, la señora Minnett (Ethel Wright), intuye su dolor y piensa que Laura Pennington (May McAvoy) podría ayudarlo. Laura es fea pero amable; cuida de varios niños del pueblo y estos la adoran por su alegría y simpatía. Para los niños Laura es hermosa pero su amigo el Mayor Hillgrove (Holmes Herbert), ciego desde la Guerra, sabe que es fea. Él asegura poder percibir lo que ven los demás. 
Un día el alboroto de los niños jugando en el exterior exaspera al amargado Oliver e intensifica sus ahora habituales dolores de cabeza. Sale al jardín y mira a Laura con tal irritación que la joven queda paralizada. Oliver vuelve a entrar, Laura hace callar a los niños y la señora Minnett le habla del dolor y soledad del joven. Apenada, Laura se propone hacer algo por él. Llama a la puerta de la cabaña hasta que el huraño Oliver la invita a entrar. Incómodo y enojado por la intromisión, la mira con ceño adusto. Laura se disculpa por haberlo molestado antes; ella y los demás no sabían que la "Cabaña Luna de Miel" estuviera habitada. Explica que la llaman así porque durante siglos ha sido costumbre prestarla a los recién casados. La molestia de Oliver se intensifica y Laura, turbada, ofrece tímida y amablemente presentarle a algunas personas que podrían ayudarlo a mitigar su soledad. Oliver replica de mala manera: "Vine aquí con el propósito de estar solo. Cuanto menos vea a la gente mejor me sentiré". Laura se marcha ofendida y triste.


De pronto Oliver es consciente de su grosera actitud; sale tras Laura y se disculpa; explica de los fuertes dolores de cabeza que sufre. Laura conoce un remedio y va a buscarlo al pueblo de inmediato. Su amabilidad impresiona a Oliver. Menos adusto, consulta a la señora Minnett y esta explica: "Ella es terriblemente pobre y está completamente sola en el mundo pero le sobra amabilidad para todos". Laura consulta al mayor Hillgrove y el dice que Oliver estuvo en la división aerea y que solían charlar en el hospital.
Ethel llega poco después con su brusquedad habitual; llama a gritos, abre las cortinas de la sala, le quita los cigarrillos a Oliver y declara su intención de mudarse con él para cuidarlo. Asustado de la segura destrucción de sus nervios, Oliver se opone; jamás se han llevado muy bien y él se siente peor que nunca. Ethel, siempre ruda, mandona y prepotente, se niega a oírlo aunque se marcha de momento.


Laura regresa del pueblo con el medicamento. Encuentra a Oliver en el jardín furioso y con el dolor de cabeza más fuerte que nunca. Solícita, Laura le mezcla y da a beber el remedio, le trae tabaco y oye sus quejas. Oliver explica el desagradable plan de su hermana y Laura dice que podría intentarlo. Declara: "En las largas tardes es terrible no tener nadie que te lea o juegue contigo a las cartas; nadie que llene tu pipa o charle contigo sobre las noticias de los periódicos. Uno necesita compañía cuando el viento gime por la chimenea y el fuego silba ante la lluvia. Yo lo sé". Oliver la escucha con creciente atención. Gradualmente una idea acaba por tomar forma: "Tienes razón. A veces me siento desesperadamente miserable. Tú no puedes ser más feliz. Los dos estaremos muy bien en el mismo bote... No te asustes por lo que voy a proponerte. ¿Dejas tu alojamiento y te mudas aquí? Primero nos casaríamos, por supuesto... Eso mantendría lejos a mi estridente hermana. Es una gran idea". 
Laura le pregunta por qué no se casa con una chica bonita si la intención del matrimonio es mantener alejada a su familia. Oliver contesta: "¡Bonito marido para una chica linda!". Laura entiende que Oliver la está eligiendo por ser fea y esta cruel verdad la hace llorar. Oliver sólo empeora las cosas al decir que ella "no se pondría nerviosa" con él. "Sé que no habría nada romántico en ello, pero pensé que tal vez podrías llegar a compadecerte de mí", agrega. Laura explica afligida: "Se que soy fea... pero es chocante que te lo digan tan bruscamente... Verá, incluso las mujeres feas tienen sus sueños. Sueños estúpidos en los que son amadas y deseadas. Habría que evitarles un despertar tan brusco". Oliver lamenta sinceramente su rudeza; se disculpa e intenta que Laura se quede a tomar el té con él pero ella se marcha apesadumbrada aunque acepta verlo después. 


El día elegido por Ethel para trasladarse a la cabaña la familia recibe una carta de Oliver comunicando su matrimonio con Laura. Exasperados, los tres sólo piensan en las murmuraciones de sus amigos.
En la cabaña, los infelices recién casados descubren los nombres de parejas que antes estuvieron ahí grabados en el vidrio de una ventana. Los imaginan hermosos y galantes. Oliver se pregunta qué pensarían de ellos esas parejas hermosas y felices, y su melancolía se intensifica. Al mismo tiempo, los fantasmas de estas parejas entran en la cabaña y se dirigen a la alcoba nupcial.
Oliver y Laura comparten una triste cena. Él observa a su esposa con velada ternura; está empezando a amarla pero todavía lo ignora. Hace un esfuerzo por animarla brindando por ella. Laura acepta el brindis y enseguida rompe a llorar. Está enamorada de Oliver y le duele que él la considere sólo una amiga. 


La pareja se sienta frente a la chimenea en silenciosa compañía. Cuando el fuego se consume Laura se adelanta al dormitorio. Oliver desea seguirla pero no se atreve. Sola en su bata nupcial, Laura aguarda sin esperanza. Los fantasmas de las hermosas novias se aproximan a ella y Laura rompe a llorar ante tanta belleza, ahuyenténdolas. Oliver la oye y entra en la habitación. Laura solloza con tal desespero que Oliver, entendiendo mal, le pide perdón. Laura explica: "Soy tan fea que soy una burla para los recuerdos que persisten aquí". Conmovido, Oliver replica  con total sinceridad: "Todo lo que veo es tu abnegación y ternura... Qué ciego he sido. Eres hermosa... Hermosa y atada a una ruina como yo". Sobrecogido por el dolor, Oliver se dirige a la puerta pero Laura lo detiene y confiesa: "Tú eres maravilloso para mí". Entonces sucede el milagro: Ambos se convierten tanto en lo que desearían ser como en lo que el otro ve: Laura es hermosa y Oliver está sano.


Enamorados y felices pero inseguros del mágico cambio, Oliver y Laura sólo salen de noche y no se dejan ver por nadie. Finalmente, y no sin aprensión, invitan a la familia de Oliver a conocer a Laura. El día anterior a la visita van con el Mayor Hillgrove y le relatan su historia; él les aconseja aceptar todo como un milagro y agrega que también espera el suyo, recuperar la vista.
Al día siguiente el Mayor aguarda en la sala de la cabaña. Oliver le pide que explique a la familia lo ocurrido y que toque un pequeño gong cuando estén listos para verlos. En el dormitorio se reune con Laura. Ella estrena un delicado vestido que realza su belleza y él le trae flores. 
La familia llega; Ethel gritando y los padres sin notar que el Mayor es ciego pese a los gestos de la señora Minnett al respecto. El Mayor cuenta de la milagrosa transformación de la pareja pero la mundana y nada delicada familia se molesta y resiste a creer la historia. Tras una tensa espera para Oliver y Laura, suena el gong. La atractiva y esbelta pareja desciende y el encanto no envuelve a la familia; ven a Oliver tan maltrecho como antes y Laura es realmente fea. El desagradable trío saluda a Laura con fría cortesía y le lanza miradas de curiosidad e incomprensión; ante la insistencia de Oliver en afirmar que está sano acaban por decidir que se volvió loco y se marchan. 


Laura llora en el pecho del Mayor y Oliver no comprende nada. Entonces el Mayor toca el rostro de Laura y él tampoco percibe el cambio. Dice que sólo fue una ilusión. Deseperada, herida, Laura corre a refugiarse al dormitorio. Llorando suplica a Dios que la haga hermosa para que Oliver pueda amarla. Oliver, confundido y violento, la deja sola por un rato. 
Cuando finalmente Oliver va al dormitorio Laura se ha quedado dormida de tanto llorar. Oliver se recuesta junto a la cama y al amanecer ambos se ven hermosos y saludables. Entonces deciden que no importa lo que los demás vean sino lo que ellos ven en el otro y que sus hijos serán felices y hermosos. 


La cabaña encantada es una de las películas más inteligentes e inspiradoras del cine silente; su historia de fealdad, soledad y amor lleva a la reflexión y empatía. 
Los actores protagonistas brillan en su caracterización de personas físicamente desfavorecidas. El departamento de maquillaje hizo en ellos un trabajo admirable. Richard Barthelmess se retuerce, encorva y cojea, frunce el ceño y lleva gruesas ojeras; May McAvoy se afea con dientes de conejo y una nariz grande y quebrada que se ven muy realistas. Ambos ejecutan gestos precisos que revelan tanto el tormento del dolor y la soledad como la grandeza del amor. Son una pareja perfecta con la que se puede conectar; uno anhela que alcancen la felicidad. 
Richard Barthelmess utilizó su influencia como estrella para conseguir un control creativo envidiable en las películas donde participó. La calidad es la marca de sus películas y acá es muy notoria. 
May McAvoy fue una actriz independiente que consiguió labrarse un buen nombre, mas también parecía considerarse una estrella a la altura de Mary Pickford o Lillian Gish. Tuvo fricciones con Barthelmess y no volvieron a trabajar juntos.
El diseño de la cabaña mágica cruza una casa de campo inglesa con la idea de una casita de cuentos de hadas. En ella todo parece mágico y evocador, especialmente el jardín, creado con plantas reales y adornado con una fuente.
La película fue un fracaso comercial, aunque según la revista Motion Picture fue la novena mejor del año. Su tema se consideró demasiado cerebral para el espectador promedio. Hoy es un filme que todavía necesita un redescubrimiento por parte del público. Absolutamente imprescindible.