24/02/2023

La viuda del párroco (Carl Theodor Dreyer, 1920)

Uno de los más grandes directores del séptimo arte dirige esta pequeña joya donde el drama se entremezcla con la comedia para contar una historia dolorosa, cruel y hermosa a la vez. 
La viuda del párroco (Prästänkan) suele considerarse como una obra menor dentro de la magnífica filmografía de Dreyer, mas se trata de una película interesantísima que se sigue con atención, y cuyo poderoso drama humano logra calar hasta lo más hondo del espectador. 


Resumen: ALERTA DE SPOILER
Söfren (Einar Rød) es un joven algo atolondrado que aspira a ocupar el puesto de pastor en la iglesia de una pequeña aldea. Su interés en el ministerio se basa en motivos económicos antes que religiosos, ya que el padre de su novia Mari (Greta Almroth) no permitirá la boda mientras el joven carezca de medios para ganarse la vida. 
Decidido a obtener el puesto, Söfren sabotea las presentaciones de los otros aspirantes con trampas muy poco dignas de un futuro pastor. Sin embargo, las cosas toman un mal cariz cuando se le informa que para acceder al puesto deberá casarse con Margarita Pedersdotter (Hildur Carlberg), la anciana viuda del pastor anterior. 


Margarita, que ya ha enterrado a tres maridos, convence a Söfren de aceptar un matrimonio nominal; a su vez, él la engaña para que tome a Mari como sirvienta haciendo pasar a la joven por su hermana. A partir de ahí se suceden varios momentos tragicómicos donde el joven pastor intenta una y otra vez acercarse a Mari, siempre con malos resultados. 
Söfren comienza a apreciar a su esposa al ver cuanto se afana en conseguir la recuperación de Mari luego de un accidente provocado por él mismo. Junto al lecho de Mari, la anciana relata a los jóvenes la historia de su primer matrimonio: Para acceder al puesto de párroco su prometido tuvo que casarse con la anciana viuda de su antecesor; la pareja de enamorados tuvo que esperar largos años antes de por fin casarse. 


Conmovido, Söfren confiesa a su esposa la verdad de su relación con Mari. Esto provoca un profundo pesar a la anciana al comprender que se ha interpuesto entre dos jóvenes enamorados, tal como antes sucedió con ella. 
Presa del dolor y la melancolía, Margarita busca la soledad. Tras su muerte, el joven viudo comprende cuanto deben ambos a la anciana, que hizo de él un hombre responsable y de Mari una excelente mujer del hogar.


Dreyer desarrolla una narrativa propia, ajena a modas y estilos. Espiritualidad y fantasía se codean con un fuerte realismo psicológico y visual que prescinde del maniqueísmo típico del melodrama. Dreyer es uno de los cineastas que mejor ha sabido entender y plasmar las profundas contradicciones del alma humana; sus personajes, vestidos con ropajes locales y antiguos, son universales y atemporales, haciendo de su cine uno de los más poderosos jamás filmados. 
Basada en una narración de Kristofer Janson, La viuda del párroco presenta un drama disfrazado de comedia donde un hombre de poco seso provoca la infelicidad de dos mujeres al no ser capaz de afrontar sus problemas con la madurez necesaria. Mari debe tolerar que el hombre al que ama se case con una anciana, y esta tiene que soportar que un joven ruidoso y poco serio irrumpa en su tranquila y ordenada vida. La película critica una costumbre cuyo fin, sin embargo, era proteger de la mendicidad a las viudas sin familia. Como se muestra, tan noble costumbre podía tener malas consecuencias. 


Hildur Carlberg encarna a Margarita y su sobresaliente actuación eclipsa al resto del elenco, incluida la eficaz Greta Almroth. La actriz de 80 años estaba muy enferma durante el rodaje y falleció poco después de finalizar la película. Su sufrimiento real dota al personaje de gran poder. Hildur interpreta magistralmente a una viuda sin hijos ni parientes que puedan acogerla. Margarita no es una harpía sino una anciana solitaria y sin más hogar que la casa parroquial donde ha vivido desde su juventud y donde espera morir en paz; para ella el matrimonio con el joven pastor representa la única posibilidad de acabar sus días sin penurias. 
Claro que las cosas no se desarrollan tan bien como ella esperaba. Su flamante marido causa disturbios en la casa y entre la servidumbre, rompiendo con la rutina impuesta por la anciana. 
El comportamiento a ratos infantil de Söfren hace que Margarita lo vea más como un niño grande que como un adulto. Por lo mismo, cuando Söfren se disfraza de diablo para espantar a su esposa (un diablo más risible que aterrador) o al ser acusado por una sirvienta de estar coqueteándole, la reacción de Margarita es reñirlo como haría una madre con un hijo problemático. 


Pero sin que ninguno de ellos sea consciente del hecho, la anciana comienza a influir en el joven, logrando que poco a poco vaya dejando de lado sus "diabluras". Es claro que Söfren necesitaba una presencia femenina adulta que le encauzara, papel tomado por Margarita. 
Cuando se revela la verdad, la reacción de Margarita es conmovedora. La cámara realiza un certero primer plano al rostro de la anciana, cuya expresión dice más que cualquier palabra. Margarita comprende de inmediato el enorme dolor de los jóvenes enamorados, pues vivió una historia idéntica en su propia juventud. 
El espectador no puede dejar de turbarse ante la terrible repetición del ciclo donde una anciana debe morir porque su existencia causa la separación de una pareja enamorada. Margarita no es culpable de nada y la joven pareja tampoco, todos son víctimas de las circunstancias, pero hay algo terrible en el hecho de que la felicidad de los jóvenes sólo pueda realizarse mediante la muerte de la anciana que ha conseguido hacer de ambos mejores personas. 


Casi al final de la película Margarita comienza a pasar largo tiempo junto a la tumba de su primer marido. Anhela la muerte en la esperanza de reunirse con su amado, y a la vez hacer la felicidad de la pareja a la que inocentemente ha perjudicado. Esto expone la grandeza espiritual de la anciana, no dispuesta a ser impedimento para la felicidad de los jóvenes. 
Al mismo tiempo, Margarita recupera algo de felicidad en el recuerdo de su amor de juventud, constante desde que el pastor le confesara la verdad. Margarita ve en ambos jóvenes un reflejo de su propia historia, así como una continuidad de sí misma y su antiguo amor. Un ciclo perpetuo.
Poco antes de morir, Margarita bendice a la pareja como una madre a sus hijos. Es el final correcto; lo viejo muere para dar paso a lo joven, sin embargo hay algo amargo en este final donde lo viejo no muere porque sea su momento sino por el dolor de saberse un estorbo para la felicidad de otros. 
Un intenso drama para pensar y sentir. 


Nota: Este artículo lo redacté hace aproximadamente seis u ocho años atrás tomando como referencia varios otros disponibles en la Red. No lo considero muy bueno, mas quería incluirlo en el blog porque, en cierta forma, es uno de los primeros que escribí sobre cine silente mucho antes de siquiera pensar en crear un blog.  


17/02/2023

Las 10 mejores películas de 1919

Para 1919 el cine había dejado atrás la etapa primitiva en la mayoría de países clave para su desarrollo y difusión. De curiosidad de feria el cine se convertía en séptimo arte a pasos de gigante.
Aunque la Gran Guerra afectó considerablemente al cine europeo, ello no significó un retroceso o estancamiento de la cinematografía del Viejo Mundo: Alemania brilló en las pantallas pese a la derrota en el campo de batalla y Suecia, país neutral, inició un breve pero majestuoso período de grandeza fílmica. Estados Unidos pronto se pondría a la cabeza del mundo cinematográfico, más por ahora la balanza se equilibra y la extravagante comicidad de Ossi Oswalda es tan apreciada como el punzante dramatismo de Lillian Gish.

10) Hacia la luz 
Mod lyset, Holger Madsen, Dinamarca.

9) Opio
Opium, Robert Reinert, Alemania.

8) Historias tenebrosas
Unheimliche geschichten, Richard Oswald, Alemania.

7) La princesa de las ostras
Die austernprinzessin, Ernst Lubitsch, Alemania.

6) Wagon Tracks
Lambert Hillyer, Estados Unidos.

5) La muñeca
Die puppe, Ernst Lubitsch, Alemania.

4) Susie corazón leal
True heart Susie, D.W. Griffith, Estados Unidos.

3) Macho y hembra
Male and Female, Cecil B. DeMille, Estados Unidos.

2) Los lirios rotos
Broken Blossoms, D.W. Griffith, Estados Unidos.

1) El tesoro de Arne
Herr Arnes pengar, Mauritz Stiller, Suecia.


10/02/2023

Tarjetas de San Valentín

Hermosas tarjetas postales eduardianas para enamorados. Nótense los lindos detalles florales y la delicadeza de los gestos. Un poco recargado todo pero liiiindo.



03/02/2023

El descubrimiento de la tumba de Tutankamón

Cuando en julio de 1798 Napoleón desembarcó su ejército en las costas de Egipto, todavía faltaban algunas décadas para que Thomas Hook creara el turismo organizado; sin embargo, el trabajo de los 167 científicos y especialistas incluídos en la expedición iniciaría la fascinación por la tierra de los faraones.
A lo largo del siglo XIX Egipto fue visitado y estudiado por distintos expedicionarios que recolectaron antigüedades y publicaron estudios sobre las tierras del Nilo. Especial mención merecen las obras de John Gardner Wilkinson y Amelia Edwards, sin olvidar la aportación decisiva de Jean-François Champollion. 
La fascinación no disminuyó con el cambio de siglo. Para 1900 Egipto seguía siendo visto como un lugar curioso y mágico, casi un mundo de fantasía. El ambiente artístico mantenía viva la llama del interés. En 1906 Constance Collier triunfaba en el teatro estelarizando la adaptación de la famosa obra de Shakespeare Antonio y Cleopatra


En el cine, Theda Bara se convirtió en 1917 en la primera gran Cleopatra. Disfrazada con lo peor del mal gusto, la actriz logró pasar a la historia en una película hecha a la medida de su fama de vampiresa. 


Al año siguiente Ernst Lubitsch dio su primer aporte a la temática egipcia con Los ojos de la momia Ma (Die augen der mumy Ma), un drama moderno con Pola Negri en el rol de hermosa nativa egipcia reconvertida en exitosa bailarina. 
El director regresó al tema en La mujer del Faraón (Das weib das Pharao), estrenada a comienzos de 1922 y que sería su último filme alemán.
El sorprendente descubrimiento de la tumba de Tutankamón sólo aumentó el interés por Egipto.

La mujer del Faraón (1922).

El aristócrata inglés George Edward Stanhope Molyneux Herbert, V conde de Carnarvon (1866-1923), se convirtió en mecenas de su compatriota, el arqueólogo y egiptólogo Howard Carter (1874-1939), debido a un accidente: Como otros hombres de su clase, Lord Carnarvon era un sportman y un aficionado a la egiptología. En 1903 sufrió un grave accidente vehicular en Alemania al esquivar una carreta de bueyes. Las quemaduras de sus piernas y el daño pulmonar permanente deterioraron su salud, por lo que sus médicos le aconsejaron pasar los inviernos en Egipto para evitar la crudeza de la fría estación inglesa. Lord Carnarvon se volvió un arqueólogo y egiptólogo aficionado, aprovechando sus viajes para conseguir antiguedades con las que fue formando una pequeña colección particular. 
Howard Carter también entró en la historia de forma poco convencional. Aunque apreciado por sus métodos para mejorar la accesibilidad a los yacimientos, Carter se vio envuelto en dos disputas, primero con egipcios y luego con turistas franceses, que en 1905 lo llevaron a renunciar a su empleo en el Servicio de Antigüedades Egipcias. Dos años después trabajó por vez primera a las órdenes de Lord Carnarvon como supervisor de excavaciones. 
En 1914 Lord Carnarvon obtuvo permiso para excavar en el Valle de los Reyes y volvió a contratar a Carter. La intención era encontrar tumbas que hubieran sido ignoradas en excavaciones anteriores, pero la Primera Guerra Mundial detuvo los trabajos y no se reanudaron hasta finales de 1917. Cinco años después Lord Carnarvon comenzaba a impacientarse por la falta de resultados; presionado por Carter, accedió a financiar una última temporada de excavación.

Lord Carnarvon, Lady Evelyn Herbert y Howard Carter,
las primeras personas en contemplar el interior
de la tumba de Tutankamón en 3.400 años. 

La mañana del 4 de noviembre de 1922 aconteció el prodigio. Años de búsqueda infructuosa por fin rendirían su fruto.
Comenzó con otro accidente: El joven aguador del equipo, el niño Hussein Abdel Rasul, tropezó con lo que resultó ser el comienzo de una escalinata. Los obreros de Carter excavaron hasta descubrir 16 escalones tallados en la piedra que terminaban en una puerta de barro con sellos de escritura geroglífica. Emocionado, Carter hizo volver a cubrir la escalinata y atravesó el Nilo para enviar un telegrama a Lord Carnarvon, quien el 23 de noviembre arribó a Egipto acompañado por su hija Evelyn Herbert. Al día siguiente se excavó la escalinata completa y el sello de la entrada con el nombre de Tutankamón. 
El 26 de noviembre Lord Carnarvon, Lady Evelyn, Howard Carter y el ayudante Arthur Callender efectuaron una pequeña abertura en la entrada. A la débil luz de una vela, el emocionado Carter vio tesoros de oro y marfil. Luego, al parecer, los cuatro penetraron en la cámara, siendo las primeras personas en 3.400 años en pisar la tumba real, pues su ubicación la había conservado a salvo de la rapiña de los saqueadores.

Howard Carter abriendo la puerta
de la cámara funeraria de Tutankamón. 

A la mañana siguiente la cámara fue inspeccionada por oficiales egipcios. Ahora, con luz eléctrica, Carter descubrió una vasta colección de objetos maravillosos y evidencia de acceso a otras salas, incluyendo una puerta sellada custodiada por dos hermosas estatuas de Tutankamón que conducía a la cámara del sarcófago del Faraón. En todas las salas se encontraron objetos de enorme belleza y valor. 

Estatuas de Tutankamón custodiando la puerta
de entrada a la cámara funeraria. 

Sello de la puerta. 

La tumba fue abierta oficialmente el 29 de noviembre en presencia de expertos y de autoridades egipcias. Comenzaba ahora otro trabajo difícil: Sacar a la luz e inventariar los más de 5.000 objetos de la tumba. Howard Carter tardaría casi diez años en hacerlo y luego se retiraría de la arqueología. 
Mientras, la prensa informaba al mundo del fabuloso hallazgo, magnificamente documentado por Harry Burton en 1.400 fotografías.


El descubrimiento de la tumba de Tutankamón fue el suceso histórico y arqueológico de la década, pero también alcanzó otras áreas. La belleza artística de los objetos encontrados y el misterio de un mundo redescubierto, acrecentaron el interés por Egipto. Los viajes turísticos de las clases acomodadas solían incluir el "mágico Oriente"; a partir de 1923 la tumba de Tutankamón se convirtió en destino de muchos de estos viajeros.
La prensa ayudó a acarrear turistas publicando los detalles de una supuesta maldición arrojada sobre quienes perturbaran el descanso del Faraón. La muerte de Lord Carnarvon en abril de 1923 sólo alentó los delirios de la prensa sensacionalista. 


1923 fue el año de Egipto. Mientras la tumba de Tutankamón era inspeccionada y visitada y sus hermosos objetos sacados a la luz, la pasión por Egipto se extendía a otros ámbitos.
Joyas y vestuarios de dudosa influencia egipcia fueron la sensación de la temporada. 
En el teatro inglés, Esther Whitehouse recogió el papel de Cleopatra.
En el cine, Cecil B. DeMille presentó Los diez mandamientos. El filme se estrenó el 23 de noviembre, mismo día del arribo a Egipto de Lord Carnarvon y su hija Evelyn. 

Los diez mandamientos (1923).

Aunque el interés por Egipto nunca desapareció, el tiempo fue atenuando la pasión inicial. Incluso así, en 1929 la elite europea seguía realizando galas de reminiscencias egipcias, como lo acredita esta imagen de la socialité Ann-Mari von Bismarck:


Las magníficas imágenes de la tumba de Tutankamón y sus tesoros siguen despertando admiración y sueños en miles de personas. La tumba es visitada por turistas y estudiada por científicos que, a un siglo de su descubrimiento, todavía no acaban de desentrañar sus misterios.